Trump vs Elon, crónica de un pleito anunciado

Especial

“El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente.” — Lord Acton

Entre tuits y declaraciones, esta semana hemos sido testigos de un pleito entre el hombre más poderoso y el más rico del mundo. Elon Musk fue uno de los principales aliados de Donald Trump en su campaña. ¿Qué tanto influyó en las votaciones? Con 220 millones de seguidores (y contando) de Musk y su poder en X, podemos decir que, en resumen, el apoyo de Elon Musk a Donald Trump en las elecciones de 2024, en términos financieros y mediáticos, fue determinante. Durante la campaña y al inicio de la presidencia parecían inseparables. Tras la victoria de Trump, Musk fue nombrado líder del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), desde donde impulsó políticas de reducción del gasto público y desregulación. Rico y poderoso, tanto que hubo varios que afirmaron que Musk era el poder detrás del poder. El papel protagónico de Musk no fue del agrado de un narcisista como Trump.

El idilio entre los dos magnates se enfrió rápidamente. Primero, Elon anunció que se iba de DOGE para dedicarse a sus negocios; después, Musk criticó públicamente el proyecto de ley fiscal y de gasto propuesto por el presidente, conocido como el “One Big Beautiful Bill Act”, calificándolo de “abominación repugnante” por su impacto en el déficit nacional. La respuesta del presidente no se hizo esperar y amenazó con cancelar los contratos gubernamentales con las empresas de Musk, como Tesla y SpaceX. Elon no se iba a quedar callado y acusó a Trump de estar vinculado a los archivos de Jeffrey Epstein, y sugirió su destitución. Este tipo de disputas no le gustan a los inversionistas y provocó una caída significativa en el valor de las acciones de Tesla. Musk ha estado muy ocupado con encuestas sobre la creación de un nuevo partido político en Estados Unidos, The American Party, y en repostear todo lo que (según él) le da la razón.

¿En qué terminará este desencuentro? Difícil saberlo con dos personalidades tan mercuriales e inestables, pero tienen la capacidad de hacerse mucho daño. Trump puede ir contra sus empresas, indagar sobre su estatus migratorio (como pide Bannon) o sobre las alegaciones de uso de drogas.

Elon no es presidente, pero es uno de los hombres más ricos del planeta y capaz de voltear a X en contra de Trump, insistir en sus vínculos con Epstein —lo que no es un daño menor— o bien, insistir con la creación de un nuevo partido político. Hay que recordar que la influencia de Musk fue amplificada por su control sobre X, que pasó de ser una red social a convertirse en una especie de “megáfono” al servicio de su ego e intereses.

Se sabía que la relación de dos personalidades tan narcisistas no sería duradera, nada nuevo ahí. Qué tanto daño puedan o quieran causarse, eso sí está por verse.

Esta historia entre millonarios recuerda que la política en Estados Unidos, lejos de ser un juego de ideologías, es cada vez más un tablero donde se mueven intereses personales, ambiciones sin filtro y peleas de poder al más puro estilo del entretenimiento.

“Lo más hiriente de cualquier traición es que nunca es un enemigo quien la firma.”
Roberto Martínez Guzmán

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