SI LOS MUROS HABLARAN – PALACIO SPONZA -DUBROVNIK, CROACIA

Me bautizaron como Palacio Sponza, pero lo habitantes de Dubrovnik me llamaron simplemente “divona”

Dejemos que este emblemático lugar nos relate su historia: 

Mis muros contienen con asombrosa armonía los estilos de moda en la República de Ragusa en 1516: el gótico (que vivía sus últimos momentos de gloria) y el renacentista, (en pleno apogeo).  Ragusa (como se conocía a Dubrovnik, en aquel entonces) florecía.  Era el único estado con autorización papal para comerciar con el imperio Otomano.

¡Imagínense! Aquí podían conseguirse las más exóticas especias y variadas mercancías. Una aduana era indispensable y no podía ser un edificio cualquiera. Así que encargaron mi diseño a los artistas más destacados del momento. El arquitecto Paskoje Miličević Mihov, cuidó todos los detalles.

Me dotó una planta rectangular con un patio central y arcadas uniformes. En lo alto de mi fachada colocó la estatua de San Blas, protector de la ciudad. Los propios hermanos Andrijić procedentes de la isla de Korcula y reconocidos en toda Ragusa, estuvieron a cargo de tallar las esculturas de mármol. Al fondo del patio, para rematar, colocaron un medallón de mármol sostenido por dos ángeles. El resultado fue aplaudido por todos.

Pronto me convertí en uno de los edificios más importantes de la República de Ragusa. Mi patio era el centro de reunión por excelencia de la élite. Dentro de mis muros, los mercaderes, –sin miramiento alguno–, se quejaban de los precios de las mercancías, y comenzaban el regateo de los mismos, generalmente a gritos y con gestos exagerados. Cifras iban y venían hasta que acordaban un precio. Acto seguido, ambas partes se quejaban (también a gritos) del resultado. Era parte del espectáculo.

En realidad se marchaban satisfechos, con la certeza de que habían pagado lo justo. Todavía puede leerse grabado en mis muros, el lema de aduana: “Nuestras balanzas no engañan ni se dejan engañar. Cuando peso mercancías, Dios, las pesa conmigo”. Con semejante supervisor ¿quién podría dudar de la honestidad los trabajadores de la aduana? Nadie.

Me bautizaron como: Palacio Sponza, pero lo habitantes de Dubrovnik me llamaron simplemente “divona”, que quiere decir aduana. Pero el término se queda corto. Al poco tiempo de finalizada mi construcción, la responsabilidad de resguardar la Casa de Moneda recayó también sobre mis muros.

Para finales del siglo XVI, los ciudadanos con mayor conocimiento en la ciudad, quienes conformaban la“Academia dei Concordi” me eligieron como sede de sus reuniones. En cierta forma, me convertí también en un centro cultural.

En 1667 un terremoto devastó la ciudad. Más de cinco mil personas fallecieron. La maestría de Paskoje me salvó. Fui uno de los muy pocos edificios que no sufrió daños. Historiadores comentan que quizá gracias a que me sostuve en pie, la ciudad no se sumió en el caos. Me convertí en su columna vertebral. Mis muros continuaron resguardando el comercio, la cultura y la banca, como si la desgracia no hubiera sucedido. Al otro lado de la plaza, el edificio de la Rectoría, no tuvo tan buena fortuna. Sus muros ya no podían proteger el Archivo de la Ciudad; por lo que llegaron a mi más de siete mil documentos, muchos de ellos del siglo XII. Desde entonces, la historia de Ragusa se encuentra a salvo entre mis muros.

En 1808, la República de Ragusa cayó ante las tropas de Napoleón. Pasaría a formar parte de Yugoslavia y después de Croacia. Frente a los cambios, supe mantener mi esencia. Si bien hoy no guardo oro ni plata, sigo custodiando tesoros.

Además del archivo de la ciudad, mis muros contienen una sala en homenaje a quienes murieron defendiendo la ciudad durante el asedio de 1991-1992. Ya no se escuchan los gritos de los mercaderes, pero sí los suspiros de admiración de los visitantes. Tampoco se acuña moneda, pero por la belleza de mis muros, con frecuencia los habitantes los eligen para celebrar su boda.

Soy un repositorio invisible de sus promesas de amor. ¿Qué mayor tesoro que ese? Como en otros tiempos, los habitantes de la ciudad, me siguen llamando “divona”… unas pocas letras que además de aduana, hoy, significan historia.

Buen domingo y gracias por leerme. Espero tu opinión dejando un comentario en el blog, o en mi cuenta de X @FernandaT