Lo que hace una semana comenzó como la desautorización de la canciller Angela Merkel a uno de sus ministros se ha convertido en una crisis política de primer orden, que amenaza con partir al Ejecutivo alemán y llamar a elecciones anticipadas.
Son horas decisivas para el futuro de Alemania y de Europa. Horst Seehofer, ministro de Interior, Construcción y Patria alemán declaró la guerra a Merkel, a quien considera incapaz de restringir la entrada de refugiados.
Seehofer amenaza con actuar por la vía libre y rechazar a los refugiados en las fronteras, poniendo en serio peligro un gobierno de sólo tres meses de vida.
Por si fuera poco, el partido la Unión Social Cristiana de Baviera (CSU), al cual pertenece el propio Seehofer, se juega su mayoría absoluta en las elecciones regionales el próximo octubre.
Y es la extrema derecha –Alternativa por Alemania– la que, con un discurso antiinmigración, ultranacionalista y antieuropeo podría destronar al partido bávaro. Por ello la prisa de la CSU por abanderar la política de mano dura contra los migrantes, en un momento en el que las cifras muestran un claro descenso de llegadas de demandantes de asilo a Alemania.
Mientras tanto, Merkel, de la conservadora Unión Democrática Cristiana (CDU), se opone al rechazo en la frontera por considerar que una medida que restrinja la libertad de movimiento en la Unión Europea y que afecte al sistema de asilo comunitario debe ser acordada en Bruselas y no en Berlín.
Merkel pide dos semanas de plazo, en las que aspira a alcanzar acuerdos bilaterales con países como Grecia o Italia para enviarles refugiados que hayan iniciado su proceso de asilo en dichas naciones y no en Alemania.
La guerra entre Seehofer y Merkel es tan abierta, que la posibilidad de que se parta en dos el bloque conservador alemán es un escenario real. Si el hermanamiento que mantienen desde hace siete décadas la CDU y la CSU termina por quebrarse, el frágil Ejecutivo alemán de coalición que tardó seis meses en formarse podría también colapsar.
