No, no se trata de recordar el viejo eslogan que, por años, gritaron en las calles y en los mítines los militantes de la vieja izquierda mexicana.
No, en realidad el “repudio total, al fraude electoral”, es lo ocurrido a lo largo y ancho del país en la primera elección judicial de la historia.
Una realidad que quedó plasmada en cientos de imágenes de centros electorales vacíos, en todos los rincones del país; sin personas en espera para votar y con urnas con muy pocas boletas.
Incluso, distintas organizaciones sociales y medios de comunicación se dieron a la tarea de recopilar evidencias de la fallida elección y de las muchas maneras en que los gobiernos del Partido Morena hicieron trampa mediante acarreo clientelar, a través del voto corporativo y de la entrega de miles de “acordeones” para inducir el voto.
Y es que, por ejemplo, en el extremo de la deshonestidad, el propio expresidente, López Obrador debió llevar su “acordeón” para saber cómo y por quién votar.
A su vez, el hijo menor de AMLO, debió ser auxiliado por su madre para saber cómo y por quién votar.
Incluso, el esposo de la presidenta, una vez frente a la boleta electoral, sacó su celular, realizó una llamada y, de esa manera, habría recibido instrucciones de cómo y por quién sufragar.
En zonas deprimidas de estados como México, Nuevo León, Quintana Roo, Guerrero, Oaxaca y Veracruz –por citar sólo seis casos–, se reportó el pago de hasta cuatro mil pesos a quienes repartían “acordeones” en las filas de acarreados para votar.
Y el caso extremo fue el de Quintana Roo, en donde la trampa alcanzó niveles de genialidad. En efecto, el Comité Estatal de Morena diseñó una oblea comestible, en la que se imprimió el “acordeón” para inducir el voto. Es decir, que luego de votar, los empleados públicos debían comerse la oblea, para no dejar huella de la trampa.
Otro caso de escándalo, por ejemplo, se produjo en todos los gobiernos bajo la influencia de Morena y sus partidos aliados, ya que los empleados municipales, estatales y federales fueron obligados a entregar copia de hasta 20 credenciales de elector, de parientes, amigos y vecinos, de lo contrario serían despedidos. Un fraude a la vieja escuela.
Aun así, y salvo los contingentes de acarreados, el voto condicionado y corporativo de servidores públicos y adultos mayores, la mayoría de los potenciales electores le dieron la espalda al fraudulento proceso para elegir jueces magistrados y ministros que, en los hechos, no convenció a nadie.
Es decir, que le guste o no al poder autoritario de Morena, la sociedad mexicana repudió la farsa electoral del 1 de junio del 2025; una farsa que aun así, servirá para avalar la muerte del Poder Judicial, de la democracia y de la República toda.
Y es que, más allá del número real de asistentes a las urnas; de los votos anulados y los votos reales, “el teatro electoral” servirá para imponer un nuevo Poder Judicial a modo, que estará al servicio del interés presidencial y que acabará con joyas fundamentales de la democracia; como la división de poderes, los contrapesos al poder presidencial y libertades como la de expresión.
Sí, un proceso que, en los hechos, no es otra cosa que el mayor salto al vacío del autoritarismo, a la tiranía y, en suma, significa la muerte de la democracia y de la República.
Una trampa y un fraude que “no se tragaron” millones de ciudadanos, a pesar del despilfarro de dinero público, de las mentiras oficiales, del fraude electoral; del engaño público y de una fallida narrativa que no convenció a nadie.
Sin embargo, en su mañanera del 2 de junio del 2025, la “señora presidenta” negará el fraude electoral, engañará como es su costumbre y dirá que la elección fue todo un éxito y que, casualmente, ganaron todos aquellos candidatos impuestos por Palacio y por Palenque, a pesar de que la realidad es que millones de mexicanos gritaron un sonoro: “¡Repudio total, al fraude electoral!”.
Al tiempo.