¡Que no le tiemble la mano, presidente Peña Nieto!

Está claro que no tiene reversa la legalización del proceso que lleva al consumo libre de marihuana.

Por eso, Enrique Peña Nieto se refirió ayer al tema y dijo que el Estado mexicano no puede tomar decisiones sin un debate que tome en cuenta lo que pasa en el mundo. Y aclaro que no es un tema del Ejecutivo, Legislativo o Judicial, sino del Estado todo.

Dijo que para el presidente “no sería deseable, ni estoy a favor de una eventual legalización del consumo de marihuana (…) Soy de los que cree que la apertura sobre este tema puede abrir espacio e inducir al consumo de otras drogas mucho más dañinas. Sin embargo, no puedo ser dueño único de la verdad”.

Y dijo más. “Estoy abierto, y lo estaré como Presidente de la República, para recoger posiciones debidamente documentadas, científicamente sostenibles, que eventualmente puedan dar curso a una posición distinta”.

A su vez, la página de la presidencia señala la ruta para debatir el tema en tres etapas.

1.- Una consulta especializada con médicos, abogados, sicólogos sociales y otros profesionales con calificación técnica que analicen las alternativas, beneficios y consecuencias de transitar de un esquema de prohibición, a otro de regulación de la marihuana.

2.- El debate internacional en donde las definiciones finales omadas como país, en esta materia, necesariamente se tomen en cuenta también la arista internacional y los consensos en la ONU y otros foros hemisféricos.

3.- Diseño de políticas públicas con nuevos mecanismos de consulta directa a la ciudadanía; para ello se deberá presentar a la sociedad los argumentos a favor y en contra de cada una de las políticas públicas sugeridad.

Todo lo anterior parece impecable, sobre todo ante un paradigma que no tiene boleto de vuelta. Sin embargo, Peña Nieto no parece totalmente convencido; le tiembla la mano cuando dice que como presidente estará abierto “a recoger las opiniones que eventualmente puedan dar curso a una posición distinta”.

No, el presidente de una democracia representativa –como la mexicana–, no sólo está obligado a respetar el mandato cuidadano sino a hacer suyas las decisiones mayoritarias benéficas para la república, que surjan de una consulta como la de legalizar el proceso que lleva al consumo libre y legal de la mariguana.

Es decir, Peña Nieto se debe comprometer a que hará suyo el resultado de la consulta, por encima de sus convicciones. Y debe asumir ese compromiso de manera clara y contundente, sin tutubeos.

Y el ejemplo de un estadista ante una disyuntiva como la del presidente mexicano lo ofreció el entonces presidente francés, Valéry Giscard D´Estaing, en 1974, cuando ante el Papa apoyó la legalización del aborto en su país.

“(…) Yo soy católico, le dije (al Papa, durante una entrevista en El Vaticano), pero soy presidente de la República de un Estado laico. No puedo imponer mis convicciones personales a mis ciudadanos (…), sino (más bien lo) que tengo que (hacer es) velar porque la ley se corresponda con el estado real de la sociedad francesa, para que pueda ser respetada y aplicada”.

“Comprendo, desde luego, el punto de vista de la Iglesia Católica y, como cristiano, lo comparto. Juzgo legítimo que la Iglesia pida a aquéllos que practican su fe que respeten ciertas prohibiciones… Como católico estoy en contra del aborto, como presidente de los franceses considero necesaria su despenalización”.

¡Que no le tiemble la mano, presidente Peña Nieto!.

Al tiempo.

EN EL CAMINO.

Penoso, el diario Reforma es la casa del plagio.