Este, lunes el fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero, se mostró incómodo a la hora de ser cuestionado sobre su estado de salud, algo que tenía cierta lógica por dos motivos, su ausencia ante los medios de comunicación y los rumores sobre algunos padecimientos.
Fue en el marco de sus primeros 100 días bajo el cargo que Manero no toleró la pregunta del reportero, a la cual contestó: “me ve usted muy enfermito… entonces no me pregunte sobre algo que es obvio, mire, lo que se ve no se juzga”.
Cabe señalar, que el funcionario federal no compareció ante los medios por casi tres meses; incluso, a principio del mes de abril se rumoreó que renunciaría a su cargo por padecimientos de salud, algo que después desmintieron, pero nunca se aclaró si realmente estaba enfermo.
Podemos deducir que que Gertz Manero, actualmente, goza de buena salud, pero como funcionario público tiene la obligación de dar a conocer su estado del mismo, simple y llanamente porque es de interés general.
No está de más recordar, que el pasado 24 de enero, el diputado por Morena, Porfirio Muñoz Ledo, se desplomó en el la entrada del palacio legislativo de San Lázaro —aunque todo parece indicar que no sufrió nada grave— a la fecha se desconoce su estado de salud y si éste no es impedimento para que cumpla con su trabajo como representante popular.
Es probable que tanto a Gertz Manero como Muñoz Ledo se estén pasando por alto el Código de Ética de los Servidores Públicos del gobierno federal, en donde se detalla lo siguiente:
Lealtad.- Los servidores públicos corresponden a la confianza que el Estado les ha conferido; tienen una vocación absoluta de servicio a la sociedad, y satisfacen el interés superior de las necesidades colectivas por encima de intereses particulares, personales o ajenos al interés general y bienestar de la población.
