Por fin, ¿sirve o no sirve detener a capos?

Especial

El 30 de enero de 2019, cuando todavía no cumplía dos meses en Palacio Nacional, el presidente Andrés Manuel López Obrador declaró el fin de la guerra contra el narcotráfico que pelearon sus antecesores.

“No se ha detenido a capos —dijo— porque ésa no es nuestra función principal. Nuestra tarea como gobierno es garantizar la seguridad pública. Ya no tendremos la estrategia de los operativos para detener a capos, con esa espectacularidad que había. Lo que buscamos es que haya seguridad”.

Y agregó: “Tenemos que bajar el número de homicidios, de robos, que no haya secuestros. Eso es lo fundamental, no lo espectacular de los operativos. Se perdió mucho tiempo en eso y no se resolvió nada. Oficialmente, ya no hay guerra. Nosotros queremos la paz y la vamos a conseguir”.

Casi año y medio después, el 15 de junio pasado, reiteró su postura sobre no enfocarse en detener a los cabecillas de las organizaciones criminales. “Nosotros lo que queremos es lograr la paz. Y para lograr la paz y la tranquilidad no basta con estar deteniendo a estos personajes”, dijo en gira por Veracruz.

Pese a ello, en la madrugada del domingo 2 de agosto, en la comunidad de Franco Tavera, del municipio de Juventino Rosas, Guanajuato, el gobierno federal, en coordinación con fuerzas de seguridad de Guanajuato, lograron la detención más relevante en lo que va del periodo presidencial: la del líder del Cártel de Santa Rosa de Lima, José Antonio Yépez Ortiz, alias El Marro.

El viernes pasado, al responder una pregunta sobre la inseguridad en ese estado, el presidente López Obrador dijo lo siguiente.

“En el caso de Guanajuato, a partir de la detención del jefe del Cártel de Santa Rosa de Lima se ha observado una disminución de homicidios, no han desaparecido, pero sí, ya no está en primer lugar Guanajuato. En estos últimos 15 días no está apareciendo como era anteriormente, en primer lugar. No quiere decir que se haya resuelto el problema, pero bueno, todos los días estamos midiendo sobre lo que está aconteciendo”.

Me puse a revisar los datos oficiales sobre asesinatos dolosos y resulta que el Presidente tiene razón. El día que detuvieron a El Marro mataron a 19 personas en Guanajuato. En los 12 días siguientes, se acumularon 90 homicidios, lo cual no es poco. Sin embargo, en los 12 días previos al 2 de agosto hubo 159. Es decir, en menos de dos semanas ha habido una disminución de 43 por ciento en el número de asesinatos en el estado.

Puede ser que se trate de un fenómeno temporal en lo que se da un reacomodo de la organización criminal, aunque en otros casos las detenciones de capos han derivado muy pronto en olas de ejecuciones, ya sea en el interior del grupo afectado o por parte de los rivales que buscan aprovechar la oportunidad para quedarse con el territorio.

Aun así, vale la pena detenerse en lo que dijo López Obrador: “A partir de la detención del jefe del Cártel de Santa Rosa de Lima se ha observado una disminución de homicidios”. Claramente, el mandatario atribuye la disminución de la violencia a una acción que antes consideraba contraria a su estrategia de pacificación o, cuando menos, insuficiente para lograr el objetivo.

Durante su campaña electoral había prometido que su gobierno se distinguiría de lo realizado por sus predecesores —especialmente de Felipe Calderón—y cambiaría los balazos por abrazos y obtendría la paz mediante la atención de las causas de la inseguridad.

El 12 de mayo pasado, en esta Bitácora, al comentar la publicación en el Diario Oficial de la Federación de un acuerdo sobre la participación de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad pública, anticipé que la política en la materia estaba dando un giro, pues “los altos niveles de inseguridad han deteriorado la popularidad presidencial”.

La detención de El Marro —así haya sido en colaboración con autoridades guanajuatenses— marca otra vuelta de tuerca en ese cambio de rumbo. La declaración de López Obrador del viernes pasado implica la aceptación de que las estrategias del pasado continúan vigentes.