¡PINCHES EMPRESARIOS OJETES…!

 Los adjetivos son despectivos y con una potente carga de odio.

         Les dijo “minoría rapaz”, que “lanzan la piedra y esconden la mano”, “ingratos”, que “no quieren dejar de robar”, “siniestros”, que “se sienten dueños de México”, “traficantes de infuencias”, “corruptos” y “partidistas”

También, cual perdonavidas, aseguró “que no perseguiría a nadie”, en una fea confesión de que aspira a ser rey.

         Luego de la pelea, muchos creen que el candidato de Morena externó un profundo odio por quienes generan empleos, riqueza y el pago de impuestos porque –precisamente–, es un político y líder social que nunca ha trabajado y menos generado un solo empleo.

         Y si ese es el trasfondo de la pelea, entonces estaríamos asistiendo a una nueva venganza –del poder público contra el poder empresarial–, como la que vivimos en la década de los años 60 del siglo pasado, cuando el populista Luis Echeverría enfrentó al Grupo Monterrey al extremo de estimular el asesinato del empresario Eugenio Garza Sada.

         Pero no, en el caso del candidato de Morena la estratagema no es solo de odio contra los creadores de empleo y de riqueza. No, la andanada de hoy tiene otro objetivo. ¿Cual?

 Está claro que el mesías pretende profundizar la brecha entre ricos y pobres para exacerbar una lucha de clases. ¿Porque? Porque la lucha de pobres contra ricos es pieza fundamental de todo populista.

Y es que el discurso de “la mafia del poder” –que por años sembró Morena–, ya se agotó como instrumento de propaganda para cultivar el odio entre buenos y malos. La “mafia del poder” ya no da más votos.

 Y hoy se requiere algo más que confronte a las clases sociales. Y ese nuevo instrumento se llama lucha de clases; ricos contra pobres, empresarios contra trabajadores.

Por eso la pelea contra Carlos Slim; por eso los insultos al consejo Coordinador Empresarial, por eso la descalificación a los integrantes del Consejo de Hombres de Negocios.

Y es que el último jalón en la estratagema del puntero en la presidencial de 2018 es jalar para su causa a los trabajadores enojados con sus patrones; por eso desatar el odio de pobres contra ricos y capitalizar la lucha de clases.

Pero juega con fuego y empuja al país a un tobogán que hemos recorrido y del que nunca resultó nada bueno.

¿Morderán el anzuelo millones de trabajadores responsables que respetan y cuidan su fuente de trabajo?

O se sumarán al populista aspirante presidencial que pregona; “¡pinches empresarios ojetes…!”

Al tiempo.