Constelación Política por Emilio Vizarretea
Cada vez más o menos, según la perspectiva, la posverdad que construye el poder político, choca con la realidad y muestra la disminuida efectividad, para impactar e inducir en la sociedad, su visión de las cosas.
Sin duda, la restitución de Edmundo Jacobo Molina, como Secretario Ejecutivo del INE, es el principio del fin del Plan B de Reforma Electoral, impulsado por el gobierno del presidente López Obrador, a pesar de una reiterada narrativa que pretende cubrirla.
A la primera derrota constitucional de la iniciativa de reforma electoral presidencial, porque no le alcanzaron los votos legislativos para lograrla, le habían seguido los planes x, y y z, una hidra de muchas cabezas, que paulatinamente habrán de caer ante las controversias constitucionales que se han presentado.
No solo es un mal plan el que emergió, de la chicanada en que se metieron los legisladores, que mediatizó el secretario de Gobernación, quienes aprobaron sin leer la propuesta alterna, que terminó siendo el Plan B, al que tuvo que quitársele la denominada cláusula de vida eterna, por votar y aprobar sin pensar la propuesta electoral.
El afán de quitar a los consejeros Lorenzo Córdova y Ciro Murayama, fue otra derrota pues no los pudieron quitar y saldrán conforme a la ley y por la puerta grande, al cumplir su periodo legal.
Es cierto, el gobierno pierde todas sus batallas legales, por ignorancia e incompetencia en el tratamiento jurídico y constitucional, lamentable porque pretende trajes normativos a la medida, que terminan acabando con su ropaje y desnudándolo en su inexperiencia y desconocimiento, en sus intentos de sorprender y manipular los fundamentos del Estado de Derecho, socavando la sana convivencia social y afectando el interés nacional.
Las marchas en defensa del INE, el TEPJF y la democracia, con cerca de un millón de manifestantes, dentro y fuera del país, han devuelto la fortaleza a las instituciones y en la SCJN han encontrado eco para restituir la vía democrática, constitucional y de derecho, por encima de intereses personales o de grupo.
El discurso de odio en contra de la democracia, ha perdido ante la vibrante expresión de solidaridad organizada y pacífica, de ciudadanos comprometidos democráticamente con su país.
A esta marcha en defensa de las instituciones democráticas, le ha seguido la marcha de las mujeres, que con ejemplar fortaleza han defendido abierta y plenamente sus derechos, su libertad, su seguridad, en un ejercicio de expresión democrática, superando denuestos y adjetivos por asociarlas a un juicio neoyorkino o partidario, fuera de todo lugar.
Se ha sumado una marcha simbólica, en defensa de los soldados y marinos que son castigados o desaparecidos en el cumplimiento de su deber, bajo el grito de “la tropa no se toca”, con una vinculación legal y democrática clara y precisa.
Las contramarchas que vendrán desde el poder propician un culto a la personalidad que desprestigia a sus promotores, los expone junto a sus aliados en sus limitados intereses, que condensan los elementos viciosos y distorsionantes de un pasado antidemocrático e ilegal.
Así, entre marchas y contramarchas, se oxigena la democracia mexicana, se condena la violencia e impunidad de quienes pretenden socavar derechos y libertades, una ruta en donde gana la sociedad y pierden todos aquellos que solo defienden sus miserables, espurios e insensatos intereses.
Bocanadas de oxígeno que benefician a una diversa sociedad, que mantiene una renovada democracia en contra de cualquier concentración de poder, o violencia contra sus normas o afectación antisocial que altere el necesario desarrollo y seguridad de la nación.