Según La Real Academia de la Lengua, el sustantivo masculino “lucro” significa ganancia, utilidad, beneficio o renta.
A su vez, el “lucro político” ha sido una de las lacras del poder público y la peor “tara” de toda democracia que se respete.
Incluso, en el México del viejo PRI –uno de los mayores estigmas del poder y la política y que por más de medio siglo cuestionó la mal llamada izquierda mexicana–, fue precisamente “el clientelismo político electoral”, verdadera gemela bastarda del “lucro”.
Hoy, sin embargo, el “lucro” a secas y su gemela, el “clientelismo político electoral”, son dos de los mayores instrumentos de la perversidad política del gobierno federal –el de López Obrador–, para engatusar a millones de ciudadanos de todo el país.
Y es que en efecto, el “lucro”, es un verdadero ardid político, una grosera práctica clientelar “engañabobos” que fue denunciado aquí en por lo menos 25 entregas del Itinerario Político de las últimas dos décadas; sobre todo en la elección presidencial de 2006, cuando López Obrador acuñó el cuento de que le cometieron fraude electoral.
Lo simpático del tema, sin embargo, es que a casi 18 años de aquel golpe de Estado fallido, el presidente mexicano de hoy reconoce, de manera pública, que es el principal promotor del lucro político; acepta que busca ganancia político electoral con el reparto de dinero público y hasta aplaude el engaño social que significa lucrar con los pobres.
En efecto, durante la “mañanera” de ayer 4 de enero del 2023, López reconoció de manera pública y con una impensable dosis de cinismo que su estrategia político electoral es engatusar a los ciudadanos pobres a cambio de su voto. Sí, de ese tamaño el cinismo.
Y si lo dudan, así lo dijo: “No hay nada que compense o que se equipare con la satisfacción que produce ayudar a la gente humilde; a la gente pobre, ni todo el oro del mundo vale eso… pero además, ayudando a lo pobres va uno a la segura porque ya sabes que, cuando se necesite defender, en este caso la transformación, se cuenta con el apoyo de ellos; de los pobres.
“No así con sectores de clase media, ni con los de arriba, ni con los medios, ni con la intelectualidad… entonces no es un asunto personal, es un asunto de estrategia política”. (Fin de la cita)
Dicho de otro modo; resulta que López Obrador reconoció, aceptó y aplaudió que lucra con la pobreza –con fines político electorales–, y que tal lucro es uno de los grandes beneficios de su gobierno; lo que se traduce no sólo una cínica aberración sino, sobre todo, en un delito grave que amerita prisión.
Dicho de otro modo, resulta que el mandatario mexicano apuesta por el control clientelar para mantener su poder y el de su partido en el sexenio por venir, a partir de la elección presidencial del 2024.
Lo que no sabe López, sin embargo, es que los pobres no son tontos y tampoco irracionales. Y es que Obrador puede creer que engaña a todos todo el tiempo pero no sabe que no engaña a muchos durante mucho tiempo.
Dicho de otro modo, resulta que igual que las clases medias, los pobres tienen límites y están a la espera de conocer hasta dónde puede llegar el mentiroso y engañabobos López Obrador.
Y viene a cuento el tema porque según el INEGI, el de AMLO es el gobierno que ha producido el mayor número de pobres y resultó una de las administraciones federales que más ha empujado a los pobres a la pobreza extrema.
Lo que no sabe el presidente mexicano es que buena parte de esos pobres y pobres extremos han sido llevados al extremo no solo de la precariedad sino de la indignidad, frente a los escándalos de lujos y derroches de la familia presidencial.
Y López Obrador podrá apostar a la lealtad de los pobres, pero no puede garantizar que su prole y su claque serán capaces de abandonar los excesos y los abusos del poder y la riqueza oficiales.
Tarde o temprano, en los 24 meses restantes del sexenio lopista, los pobres llegarán al extremo del sacrificio, igual que han llegado al extremo los médicos, igual que sufren los burócratas de todos los órdenes.
Y entonces veremos paros, protestas, rebelión y toda clase de exigencias de cambio, frente a una ingobernabilidad sin freno.
Y sí, López Obrador es el constructor de la tumba que sepultará su fracaso; un fracaso que tiene horario y fecha en el calendario.
Al tiempo.