No sobran cabilderos; faltan leyes para regularlos

Un “boom” de cabilderos ocurre en la LXIII legislatura del Congreso de la Unión, reporta El Financiero.

Según este diario, hay registro de 696 cabilderos “oficiales” que buscarán impulsar reformas para beneficiar a las empresas y grupos que representan.

Los cabilderos se repartirán entre el Senado –donde habrá 255– y la cámara baja –441–. Podrán acceder a comisiones en grupos de hasta 20 personas  y no se les permitirá realizar sus actividades en el pleno.

Como ya se sabe, los cabilderos son personas que representan un grupo de intereses –ya sea empresariales, políticos, sindicales, etc.– y que se especializan en la negociación, práctica común aquí y en cualquier otro país democrático. En palabras de Verónica Delgadillo, secretaria de la mesa directiva de la Cámara de Diputados, el propósito de los cabilderos es “dar voz al ciudadano sobre aquellas reformas que pudieran hacerse a espaldas de la gente”. No obstante, uno de los riesgos de esta figura es que en las negociaciones se den casos de soborno o tratos “oscuros”. Por eso, Delgadillo advierte que “habrá una estricta vigilancia” para evitar corruptelas y conflictos de interés.

Para poner un ejemplo de lo que significan los cabilderos en otras democracias del mundo, veamos algunos casos.

Varias de las naciones más desarrolladas del mundo cuentan con una legislación para regular el “lobbying”, que es lo mismo que el cabildeo. Entre ellas se encuentran, Australia, Austria, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Finlandia, Francia, Alemania, Grecia, Irlanda, Israel, Italia, Japón, Luxemburgo, Nueva Zelanda, Holanda, Portugal, España, Suecia, el Reino Unido y los Estados Unidos. A la lista hay que agregar a la Unión Europea en su conjunto, donde las relaciones entre el parlamento y los cabilderos también se rigen por una legislación.

En cuestión de cifras, se tienen dos ejemplos cercanos a México: Estados Unidos y Canadá.

En Estados Unidos, se registraron 11 mil 818 cabilderos –lobbyist– en 2014 y se estima que el gasto en ellos fue de aproximadamente 3 mil 240 millones de dólares. En 2015, hubo una disminución mínima y la cifra quedó en 11 mil 165 “operadores”, como también se les conoce.

En Canadá el número de cabilderos varía a lo largo del año. Datos de la Oficina del Comisionado de Cabildeo de Canada (Office of the Commissioner of Lobbying of Canada) señalan que en 2014 la cifra tuvo su pico en julio, con 5 mil 210 cabilderos. Y, por el lado contrario, la menor presencia se registró al cierre de año, cuando hubo 100 operadores menos que en julio.

El problema, como puede verse, no es la presencia de cabilderos en el Congreso, pues su existencia es quizá tan antigua como la política misma; sino el tipo de negociaciones que dichos cabilderos llevan a cabo con nuestros legisladores.

¿Qué se negocia?, ¿cómo?, ¿dónde?, ¿en qué momento?, ¿cuáles son los límites?, ¿quiénes pueden cabildear? En nuestro país no existe una ley que responda a estas preguntas y menos que regule las actividades del cabildeo; por lo que es común que, a pesar de la “estricta vigilancia” que hay sobre las relaciones de ellos con diputados y senadores, se den casos de corrupción en los que, a cambio de prebendas para sí, los legisladores den su voto a favor de tal o cual reforma. Hasta ahora, el país sólo cuenta con tímidas regulaciones en los Reglamentos del Senado y la Cámara de Diputados.

Así, puede concluirse que en México no sobran cabilderos, sino que faltan leyes precisas que regulen sus actividades en todos los niveles de la política.