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Estos hombres ¿pusieron lo mejor de sí mismo
en el papel?
Envueltos en silencio; alejados del mundo,
incapaces de hacerlo con azada ni espada,
empuñaron la pluma.
Era su forma resignada
de llenar el minuto vacío de sus vidas;
de sangrar las palabras atadas en su lengua;
de mirarse sin saco en el espejo
que su tinta opacaba;
desesperado intento de perdurar, clavados
cadáveres de insectos;
de no sentirse inútiles ni solos
una tarde, una noche, una hora como ésta;
de aguardar, de entregarse, de florecer sin fruto;
de confiar el fracaso de su muerte
al azar de otra vida
que en soledad, tendiera ¡alguna vez! Las manos y los ojos
a sorber su veneno y a entregarles el suyo.
Tomado de la antología de Juan Domingo Argüelles: Poesía mexicana. De la época prehispánica a nuestros días.