#MásPoesía Manuel Ponce

Las vírgenes caídas

 

A su primer suspiro,

nadie tendió la mano;

sólo el abismo.

 

Después mil brazos

corrieron al auxilio,

pero ya entonces

ella no quiso.

 

Corría ya.

Se deslizaba por el ventisco

glaciar abajo,

lanzada,

pero guardando el equilibrio.

Siempre reflujo abajo,

más aprisa, siempre en vuelo, casi en vilo.

 

Tú acelerabas, vértigo;

acelerabas tú, racha de siglos.

¡Dios mío!

¿Acelerabas

tú mismo?

 

Quillas contra el viento

sus mellizos,

cabellera de relámpago asido.

 

¡Miradla!

 

La miraban. Un sólo guiño

de los oscuros lobos

le despojó el vestido.

Allá quedó,

jirones, el armiño.

 

Lo demás,

siguió, se fue en un grito.

No el suyo.

Más no digo.

 

Tomado de la antología de Juan Domingo Argüelles: Poesía mexicana. De la época prehispánica a nuestros días.