En alta noche
¡Señor, Señor! Los mares de la idea
tienen también sus rudas tempestades:
mi espíritu en la sombra titubea
como Pedro en el mar de Tiberiades.
Hierven las aguas en que yo navego,
mi pobre esquife a perecer avanza…
Tú, que la luz le devolviste al ciego,
devuélvela a mi fe y a mi esperanza.
Surge, surge, Jesús, porque la vida
ágil se escapa de mis brazos flojos;
y el alma sin calor, desfallecida,
muy lentamente cierra ya los ojos.
Aparece en la inmensa noche oscura;
las conciencias te llaman… están solas;
y pasa con tu blanca vestidura
serenando el tumulto de las olas.
Tomado de la antología de Juan Domingo Argüelles: Poesía mexicana. De la época prehispánica a nuestros días.