El nombramiento de Miguel Ángel Mancera como el próximo coordinador de bancada del PRD en el Senado, ha originado una ola de críticas en todos niveles, pero esto ya no debería sorprender a nadie, puesto que desde sus inicios en la política mexicana… lo suyo, lo suyo, es cambiar sus colores de acuerdo a sus conveniencia.
El año clave para Mancera fue el 2012, –después de varios años de labores como funcionario, de la mano de personajes como Marcelo Ebrard–, pues por primera vez mostró “empatía” por un partido político: PRD, con el cual se postuló como candidato a la jefatura de gobierno.
Aunque también fue relacionado como un personaje cercano a Movimiento Ciudadano, Mancera prefirió no afiliarse a ningún partido político, y ser sólo un ciudadano en busca del ciudad de la capital del país.
Pero como todo buen “chapulín”, decidió que después de servir a los capitalinos por largos 6 años, era momento de ir tras un nuevo hueso, y por supuesto dejar al Sol Azteca y vestirse con nuevos colores, los del PAN (aunque para la campaña electoral de 2018, parecían los mismos).
Como parte de las negociaciones con el entonces candidato presidencial, Ricardo Anaya, el Consejo Nacional del PAN, aprobó la lista de candidatos plurinominales, entre los que destacaba el de Mancera, y cuyo nombramiento no buen bien visto por algunos panistas, pues consideraron que no defendería su ideología porque no era uno de sus militantes.
Pero las críticas no sólo vinieron de los panistas. Cientos de ciudadanos de la Ciudad de México, reclamaron a Miguel Ángel Mancera por dejar “tirada” la ciudad, especialmente cuando aún no había resuelto los problemas emanados de los sismos de septiembre.
Ahora, tras los resultados de la elección, que no lograron favorecer a la coalición Por México al Frente (PAN, PRD, MC), ahora Mancera fue designado como el próximo coordinador de bancada del PRD en el Senado, –porque siempre sí son amigos–, y mientras que al mismo tiempo se desdibuja su alianza rumbo al Congreso.
