Los estados y la elección presidencial

He escrito aquí que hay diez estados del país donde, en las tres elecciones presidenciales más recientes, ha ganado el candidato que al final se ha llevado la victoria a nivel nacional y ha llegado a Los Pinos.

A saber: Aguascalientes, Baja California, Coahuila, Colima, Chihuahua, Jalisco, Querétaro, San Luis Potosí, Sonora y Yucatán.

Los votantes en esas diez entidades optaron mayoritariamente por Vicente Foxen 2000; por Felipe Calderón en 2006 y por Enrique Peña Nieto en 2012.

Pero hay otros cuatro estados cuyos electores jamás le han atinado al resultado nacional en comicios presidenciales: Guerrero, Oaxaca, Tabasco y Tlaxcala.

Los cuatro votaron mayoritariamente por el priista Francisco Labastida en 2000 y por el perredista Andrés Manuel López Obrador en 2006 y 2012.

Es más, Guerrero y Tabasco mandaron al tercer lugar a Fox en 2000, y esos mismos estados, además de Oaxaca, hicieron lo mismo con Calderón en 2006.

El resto de las entidades federativas ha tenido un comportamiento mixto en las elecciones presidenciales.

Ocho de ellas han atinado dos veces al ganador de la contienda: Baja California Sur (2000 y 2012), Durango (2006 y 2012), Estado de México (2000 y 2012), Guanajuato (2000 y 2006), Nuevo León (2000 y 2006), Puebla (2000 y 2006), Sinaloa (2006 y 2012) y Tamaulipas (2000 y 2006).

Y otras diez han atinado en una sola ocasión: Campeche (2012), Chiapas (2012), Ciudad de México (2000), Hidalgo (2012), Michoacán (2012), Morelos (2000), Nayarit (2012), Quintana Roo (2000), Veracruz (2000) y Zacatecas (2012).

En cuanto a la fidelidad electoral con los partidos políticos, sólo tres estados han votado de manera sistemática de 2000 a la fecha: Guanajuato, Nuevo León y Tamaulipas, que siempre le dan dado la mayoría de los votos al abanderado del PAN.

En el resto de las entidades, la preferencia mayoritaria del electorado en comicios presidenciales se ha alternado entre partidos.

En el extremo están Baja California Sur y el Estado de México, que le dieron el triunfo a nivel estatal a Vicente Fox en 2000; a Andrés Manuel López Obrador en 2006 y a Enrique Peña Nieto en 2012.

En otras doce entidades, la disputa por la Presidencia de la República se ha alternado entre el PRI y el PAN: las diez (mencionadas arriba) donde siempre ha ganado el candidato que ha llegado a Los Pinos, además de Durango y Sinaloa.

En diez más, la preferencia mayoritaria del electorado local ha variado entre los aspirantes del PRI y de la izquierda: Campeche, Chiapas, Guerrero, Hidalgo, Michoacán, Nayarit, Oaxaca, Tabasco, Tlaxcala y Zacatecas.

En las cinco restantes, la pelea se ha alternado entre el PAN y la izquierda: Ciudad de México, Morelos, Puebla, Quintana Roo y Veracruz.

En cuanto a los estados que en elecciones presidenciales siempre le han negado la mayoría a un partido en particular, el PRI nunca ha podido ganar en ocho; el PAN, en diez, y la izquierda, en 15.

Por ejemplo, ni Cuauhtémoc Cárdenas, en 2000, ni Andrés Manuel LópezObrador, en 2006 y 2012, pudieron triunfar en Aguascalientes, Baja California, Coahuila, Colima, Chihuahua, Durango, Guanajuato, Jalisco, Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tamaulipas o Yucatán.

Finalmente, aunque no se requiere de ganar un número mínimo de estados para llegar a Los Pinos, vale la pena mencionar que Fox triunfó en 19, Calderón en 16 y Peña Nieto en 20.

Es posible que, dadas las actuales alianzas electorales –que rompen con la pureza ideológica de las candidaturas–, estas tendencias vayan a verse alteradas en los comicios del 1 de julio. Ya veremos.

Buscapiés

Más allá de lo precisos o inexactos que resultan los argumentos en la disputa entre el gobierno de Chihuahua y el gobierno federal, en esa historia hay una clara estrategia electoral. Un temor de la coalición Por México al Frente es la posibilidad de que un porcentaje de los simpatizantes y militantes del PAN pudiese optar por José Antonio Meade, quien formó parte del gabinete del presidente FelipeCalderón y es bien visto por algunos personajes del PAN. Declarar la guerra a Meade, señalándolo como priista, pretende exorcizar ese riesgo.