Los estados retan al poder federal

Especial

Recuerde cómo comenzó este sexenio:

Un Presidente que había ganado el cargo con la mayor cantidad de votos en la historia, amenazando con someter a los gobernadores mediante sus superdelegados y con los simpatizantes del Ejecutivo pegando rechiflas a los mandatarios estatales cada vez que aquél se presentaba en público con ellos durante una gira de trabajo.

Eso, además de la fuerza política intrínseca de la Presidencia de la República, hizo que la mayoría de los gobernadores se mostraran sumisos ante Andrés Manuel López Obrador, haciendo hasta lo imposible por caerle bien al primer mandatario y esperando como recompensa un apapacho abierto.

Pocos eran quienes se atrevían a plantarle cara al Presidente. Para contarlos, sobraban los dedos de una mano: el chihuahuense Javier Corral, el tamaulipeco Francisco García Cabeza de Vaca y el jalisciense Enrique Alfaro.

Sin embargo, a la cuarta parte del periodo presidencial –que se cumple justo hoy–, las cosas han cambiado mucho en ese frente.

Los gobernadores se han unido en grupos partidistas, regionales y temáticos para aumentar su peso político. Más allá de la vieja y desgastada Conago, están los mandatarios surgidos del PAN y los de los estados del noreste y de centro-occidente. Asimismo, varios de ellos han hecho alianza para reclamar un trato más equitativo en lo fiscal.

Cada una de esas acciones ha ido equilibrando el marcador entre la Federación y los estados.

Sin embargo, nada ha hecho tanto por volver visibles a las entidades federativas como la epidemia del coronavirus.

El miércoles, al presentar su plan de tránsito a la “nueva normalidad”, el presidente López Obrador tuvo que admitir que el gobierno federal no tenía la capacidad de imponer nada a estados y municipios.

“Si hay una autoridad municipal o estatal que, de acuerdo con las características propias de cada región, de cada estado, decide que no va a acatar este plan, no habrá controversia”, dijo. “No vamos a pelearnos, no vamos a dividirnos, no vamos a apostar por la separación”.

La atención de la pandemia ha visto a muchas entidades tomar decisiones a contrapelo de la Federación. Jalisco es el caso más claro. Su gobernador, Enrique Alfaro, ha recorrido su propio camino o se ha adelantado a las medidas adoptadas desde la Ciudad de México. Para su suerte y la de sus gobernados, las cosas le han salido, situación que a veces ha causado disgusto en Palacio Nacional.

Pero no ha sido el único. Cada vez más gobernadores se han ido por su cuenta. Por ejemplo, antes de que el gobierno federal anunciara que el regreso a clases quedaba pospuesto hasta que hubiese condiciones sanitarias adecuadas, 14 estados ya habían decidido o ya estaban pensando declarar que los alumnos no volverían a las aulas hasta agosto.

El gobierno federal, incluso, ha enfrentado la rebeldía de algunos de los suyos, como los gobernadores de Morelos y Puebla, cuyos estados están sufriendo por los contagios de covid-19.

El miércoles se anunció en Palacio Nacional que la primera medida del desconfinamiento sería el regreso a las actividades, el próximo lunes, en 269 municipios sin infecciones de coronavirus y sin vecindad con demarcaciones que las tuvieran. “Municipios esperanza”, les llamaron de manera rimbombante.

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Pues ayer en Imagen Radio, los alcaldes de Real de Catorce, San Luis Potosí, y Ometepec, Guerrero –dos de esos “municipios esperanza”–, me dijeron que ellos no están de acuerdo con poner fin a la cuarentena, pues temen que eso ponga en riesgo a sus habitantes.

Por si fuera poco, el gobierno federal se enredó con otra de las medidas: la reapertura de la industria automotriz. Mientras la secretaria de Economía, Graciela Márquez, dijo que se haría el lunes 18, el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, la corrigió unas horas después y dijo que sería el 1 de junio.

No pasó mucho tiempo para que varios gobernadores dijeran que en sus estados las plantas automotrices abrirán cuando ellos digan.

Se acabó el primer cuarto del partido, y lo que pintaba para una paliza a favor de la Federación ha resultado un juego bastante parejo entre ésta y los estados.