Sin duda, la administración de cualquier funcionario público ha estado manchada por algún tipo escándalo, ya sea desde el mandato de algún alcalde local hasta el propio Presidente de la República Mexicana.
Sin embargo, con el paso del tiempo, estos casos se han tornado en un mecanismo que tiene la sociedad para castigar y repudiar lo mal que trabajan los gobernantes.
Así lo plantea el columnista Pablo Majluf, quien señala que los escándalos se han vuelto en una “justicia simbólica” para los pobladores, esto a falta de la impartición de justicias por parte de las instituciones.
En su escrito ‘Meyer ayer y hoy’, relata algunos detalles de su entrevista que le realizó al doctor y periodista Lorenzo Meyer en el 2005 en donde abordan este tema.
“A falta de justicia, el escándalo a menudo era el único castigo; si bien una ilusión – pues no sustituía a los castigos institucionales -, podía canalizar positivamente el descontento colectivo, al tiempo que fijar ciertos límites. Los escándalos de Peña Nieto, por ejemplo, tuvieron ese efecto”, se lee en el escrito.
Ahora, no es ningún secreto que a lo largo de sus once meses gobierno, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha estado envuelto en múltiples escándalos que han hecho dudar que él no es capaz de resolver los principales problemas que aquejan al país.
Sin embargo, Majluf señala que gracias al acaparamiento de los medios, a la presencia ubicua del mandatario tabasqueño y sus centinelas en los reflectores han hecho que sus escándalos sean efímeros y pasen desapercibidos para la sociedad.
“De ahí que semejante desvalorización sea promovida desde la nueva clase política, que por supuesto no se presenta como tal, sino como pueblo, lo que le ha permitido robarle al verdadero pueblo uno de sus últimos instrumentos de justicia simbólica – el escándalo”, denunció Majluf.
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