Las campañas del marketing

José Alberto Márquez Salazar

 

José Alberto Márquez Salazar

En los tiempos en que vivimos, la construcción de candidatas y candidatos es una tarea de los magos del marketing. Las redes sociales potencian su creación y nos dejan abandonados ante la realidad de las personas que compiten. Así, aplaudimos y apoyamos a figuras que, quizá, en la vida real son detestables y poco confiables, que –probablemente- son incapaces de un gobierno adecuado para las mayorías o que, a la primera urgencia podrían estallar en llanto y culpar a los demás.

 

Desde el lado de Xóchitl Gálvez hasta el de Claudia Sheinbaum, la propaganda nos empuja a ver a personajes inmaculados, sin errores, luchadores desde la infancia, inteligentes, simpáticos, carismáticos. Cada uno de ellos tiene defectos, terribles defectos y también virtudes, por supuesto.

 

¡Claro! Se supone que el marketing político tiene que “vendernos” lo mejor de cada persona candidata. Y así, basados en ese imaginario, los fieles de cada bando los defienden y se enfrascan en batallas, que ven como personales, con los otros, ya sean vecinos, amigos, compañeros del trabajo…

 

No hay espacio de la vida pública mexicana donde la discusión política sobre la elección del 2024 esté ausente. Y parece ser que muchas de las personas que participan en esas discusiones obligan a que su interlocutor tenga una posición sobre cualquiera de las dos candidatas. Es decir, no hay término medio: es necesario etiquetar, adjetivar, ubicar, señalar a los otros y ubicarlos en un bando.

 

Los propagandistas de una y de otra candidata advierten que no participar, no tener una opinión es una traición a la patria. “Tenemos que salvar a México”, “Hay que continuar con la transformación”, leemos o escuchamos –términos más, términos menos ¿El país se agota con una elección? Por supuesto que pudiera ser. Hay casos claros como los de Argentina, donde el ego y la ambición de unas clases políticas han llevado al país y a sus ciudadanos al sitio en el que se encuentran.

 

En la elección del 2024 “se juega el futuro del país”, nos dicen para obligarnos a tomar una posición. ¡Cof, cof! El futuro del país se juega todos los días, no hay que olvidarlo si queremos participar en ese destino manifiesto y patriótico.

 

La elección del 2024 tiene que ver con la democracia, esa herramienta procedimental para elegir a quienes nos representarán en los congresos o tendrán en sus manos las decisiones del ejercicio del gobierno, de los recursos públicos, de las decisiones sobre temas urbanos, de seguridad, de políticas públicas a favor de las mujeres, por ejemplo.

 

El presidente de la República puso su grano de arena para buscar que este país se polarizara. Lejos de que la oposición se alejara de ese camino, abono al estado en que nos encontramos. Pero a las dos posiciones les conviene porque, unos y otros, van a seguir en “la lucha política”.

 

Aún cuando las fuerzas políticas del país evaden las reglas electorales, señalan que no pueden definir, enseñarnos, decirnos, cuáles son sus propuestas de gobierno y, las dos, apenas andan delineando la plataforma de campaña ¿En serio no sabían para que van a gobernar o se trata de “escuchar”? ¿Ninguna escuchó en estos cinco años?

 

No será tarea fácil, en junio del 2024, llevar a las personas a las urnas. Por más que la propaganda de las fuerzas políticas principales intenten darle emoción a la carrera presidencial, basta con apagar las redes sociales y algunos medios de comunicación para ver que la polarización enciende a unas personas, pero aleja a otras.

 

Las campañas del marketing, “por aire”, no generan ciudadanía; generan simpatías, fanáticos, identidades breves, que, tras la elección se van a esconder para esperar que las cosas funcionen y luego desencantarse por la que prometió mucho y logró poco.

 

Sí, el marketing es bueno, pero cuando las campañas trastocan la realidad de las competidoras y ponen en nuestra inteligencia la decisión para decidir por la persona que vendió gelatinas o por la que fue luchadora estudiantil, las cosas ya no son tan certeras. Daría lo mismo votar por cualquiera de ellas, finalmente, los problemas que vive México son superiores a ellas, a nuestra clase política.

 

Queda la tarea ciudadana, repetible cuantas veces sea necesario: revisar la trayectoria, los dichos y hacer de las y los candidatos, observar su capacidad de gobierno. Y esto se extiende a cada una de las personas que competirán por los más de 20 mil cargos. La elección no se queda en dos personas únicamente. Hay que ver y votar por la persona que nos presente mejores proyectos, sea del partido o movimiento que sea. En eso si puede jugarse el futuro inmediato y ese no lo construye el marketing, ese ya está ahí.