Lado B: el disco rayado que López-Gatell quiere que volteemos

Hugo cárcel
Especial

La izquierda, a la que le gusta presentarse como aliada del progreso, siempre ha tenido un rasgo profundamente conservador: la persecución de una utopía que reside en el pasado.

En el pensamiento de Marx, pero también en el de Proudhon y Bakunin, la razón de los pesares del hombre es la propiedad privada. Y por eso la idea del retorno al comunismo primitivo, la posesión colectiva de los medios de producción, que la izquierda ve como un Edén económico del que el ser humano fue expulsado por la avaricia.

Este gobierno también tiene ese instinto de la izquierda: el retorno a una difusa tierra prometida. El presidente López Obrador quiere reeditar los tiempos de la República Restaurada y la joven Revolución Mexicana para conducir al país a la felicidad.

Hace unos días dijo que para qué queremos computadoras si los próceres de la historia no las habían requerido en sus “transformaciones”. En ese sentido, el subsecretario Hugo López-Gatell, miembro consumado de su equipo, es también un digno representante de ese pensamiento que mira al pasado como fuente de inspiración.

Hace más de tres décadas que los discos de vinilo y los casetes cedieron su lugar en el mercado a los discos compactos —y éstos, pocos años más tarde, a los MP3 y otros archivos de sonido—, pero López-Gatell habló la semana pasada de una nueva etapa de la estrategia gubernamental contra el coronavirus, echando mano del bagaje cultural de un nostálgico cazavinilos en El Chopo.

Por cierto, cuando uno dice “El Chopo” en estos tiempos, la referencia inmediata es una cadena de laboratorios, más que en el tianguis para amantes de la música y la contracultura que originalmente se instaló en los alrededores del museo homónimo y desde 1980 congrega, los sábados, a jipis, punks, emos, metaleros, darketos, skatos y otras tribus urbanas.

En un audio filtrado de la reunión que sostuvieron el jueves pasado funcionarios federales con los gobernadores del país, López-Gatell habló del inicio de un “lado B” de la atención a la pandemia.

Aclaró que con ello no había un arrepentimiento de lo anteriormente realizado. Claro, ¿por qué tendría que haberlo? Ni que hubiera más de 50 mil muertos.

El viernes, en su conferencia vespertina en Palacio Nacional, el subsecretario volvió sobre el punto y se quejó de que sus palabras ante los gobernadores hayan sido interpretadas como un cambio de estrategia.

“Quieren enlazar otra idea, la falsa información de que hay un cambio de estrategia porque la previa es equivocada”, dijo. “No es así: el lado B se refiere a una parte dos y consiste en integrar de una manera más amplia los distintos elementos que ayudan a la reactivación económica”.

Tenía años que yo no escuchaba a alguien hablar de “lado B”. Aunque los acetatos de dos lados con grabación existen desde hace más de un siglo —Columbia los introdujo en Europa en 1908—, desde los años 50 se hizo costumbre que las canciones que las disqueras deseaban impulsar comercialmente se presentaban en el lado A y el resto en el B.

Salvo excepciones muy relevantes —como Hound Dog, de Elvis Presley, (1953); Ruby Tuesday, de The Rolling Stones (1967); We Will Rock You, de Queen (1977), y Sweetest Thing, de U2 (1987)—, los temas del lado B —ya sean discos LP o sencillos— no suelen entrar en las listas de popularidad ni pasar a la historia y sólo los recuerdan los melómanos consumados. El lado B es sinónimo de relleno.

No sé qué haya querido decir López-Gatell con el lado B de la estrategia contra el covid-19. ¿Nos estará invitando a dar la vuelta al disco para que así dejemos de escuchar su cara rayada?

A lo mejor, como sucede con los vinilos, el lado B es una parte de la obra que sólo será apreciada por los entusiastas de hueso colorado, en este caso de la 4T. O quizá lo traicionó su inconsciente: si en el lado A no hay éxito alguno, no esperemos que éstos aparezcan en el lado B.