Los rostros de la política son múltiples, varían desde la austeridad republicana, muchas veces seca, rígida, rigurosa, con un dejo de racionalidad, hasta una libre expresión de los sentimientos y emociones, abierta, jocosa, comunicativa, de todo lo que recatadamente se contiene.
Los individuos abandonan sus tradicionales controles discursivos y movimientos del cuerpo, para devenir una masa unida, explícita en sus gestos, gritos y movimientos, sin que nada los detenga.
Elías Canetti, nos compartió en Masa y Poder, un estudio preciso y riguroso de las conductas primitivas y contemporáneas que explicaban orígenes y tendencias de las conductas individuales y en colectivos, de las personas al usar sus máscaras, gestos y voces, mirada fuerte y garras amenazantes, para lograr mostrar sus necesidades, intereses y deseos, hasta alcanzar la transformación en hombre-masa.
Una antropología de la política que da cuenta de la forma en que el animal político pierde sus equilibrios y deja expresar el peso de su animalidad, convertida en franca libertad y rebeldía, sepultando la politicidad de las formas, donde los contenidos expresan abierta e irracionalmente, con franqueza desmedida, lo que realmente sienten, tienen y son.
El espectáculo político moviliza a las masas, rompe con las semblanzas recatadas, de la racionalidad, el semblante de la sonrisa, la aquiescencia, pasa a la algarabía de una risa que estalla, en un momento va al señalamiento de sus deseos y querencias, llora y conmueve, expresiones iniciadas en uno, con un liderazgo oculto, que de pronto brinca entre la multitud y se posiciona del momento, que contagia, incluso con fuerza y violencia, irrumpe en la calle, golpea en el recinto legislativo, se expresa en la plaza pública, en redes sociales y medios de comunicación, se acumula y arremolina en torno a una persona, una palabra, una idea, una foto, la reflexión previa del agradecimiento, se traslada a las miradas compartidas, al golpeteo del adversario, así el saludo, el abrazo, con una complicidad explícita; con el deseo de ser vistos, oídos, tocados, fotografiados, para eternizar el momento.
No importa el contenido de las propuestas en los discursos, no se oye, solo se repite, hasta encontrar el nombre, la palabra, la frase, el lugar que levante el entusiasmo, el dato histórico que vista, así se marca un sendero para una convocatoria, en la dirección de gobierno, en la suma de las tempestades, y quizás en una manera de resolver momentáneamente lo que se ve muy lejos, en el deslinde de culpas, de la búsqueda por saltar el estado de cosas que se hereda. Para capturar liderazgos.
Los invitados al espectáculo, son eso, ojalá los hubiéramos visto para contemplar sus reacciones, entender sus gestos, afirmaciones o negaciones, sonrisas, cuchicheos, todo también en el espectáculo del poder.
Las celebraciones del festejo, del que se va y del que llega, del que se queda aún esperando, son parte del péndulo renovador que brinda esperanzas, ya veremos la forma en una cruda realidad, cómo se enfrenta, cómo se racionalizan los problemas, cómo se atienden, un poco lejos del espectáculo público de la política, del poder, de las maneras de su ejercicio, de su aplicación dentro y fuera, de cómo se convierten en políticas públicas, en acciones de gobierno.
La política como espectáculo es un rostro necesario para compartir lo que el gobernante desea para sus gobernados, sabe que se debe a su público, sabe que tiene que darle lo que le demandan, aunque sea lo que no necesariamente tiene o quiere, por eso los rostros del poder, en un ejercicio que expone la tragedia o comedia de la realidad, de lo que se puede, de lo que se quiere hacer, con lo que hay.
Ha pasado un día, que arrastra muchos días, meses, años, que habrá de tomar un respiro y corroborar en los próximos 100 días, los alcances y límites de una razón de estado, en donde el desarrollo y la seguridad estarán presentes.
El bullicio del espectáculo político, de agendas comprometidas, de herencias no pedidas, de préstamos y transferencias de poder, requiere un trabajo de gabinete que diagnostique adecuadamente, con datos duros, con planeación estratégica, para lograr atender y resolver en tiempo y forma, para que la sociedad sienta el respaldo de su gobierno.
Si la política del espectáculo juega su papel, es celebración cuando hay resultados, ante las tormentas que ha vivido.
En estos días se juega la credibilidad y la confianza, el discurso debe ser superado en los hechos, así vendrá el agradecimiento natural del que sufre, del que siente y requiere el apoyo, que demanda la protección y desea rutas claras y precisas, que lo orienten y lleven a un mejor estadio de vida, con servicios públicos que corroboren, día con día, que las decisiones adoptadas son para su beneficio y no parte de un espectáculo.
Así vendrán los nuevos días, y desde cada trinchera pública, las responsabilidades y compromisos, su cumplimiento y su adaptación, en el espectáculo de la vida y de la política. Sí, hay mucho por hacer.