LA HOMOSEXUALIDAD EN UNA SOCIEDAD MACHISTA

Me detuve ante la luz roja del semáforo y durante la aburrida espera de la luz verde, mi atención se fijo en un muchacho de aspecto agradable, bien vestido y cuya sonrisa se iluminó de pronto.

Del otro lado de la calle se acercaba a grandes pasos otro joven que al descubrir al primero, se saludaron con el roce de los labios y a riesgo de parecer cursi, me pareció que la forma y la expresión de ambos, proyectaban amor, ternura y respeto. 

Sin embargo, un señor que se encontraba en la misma esquina que el primero y al ver la escena que lejos de resultar grotesca o agresiva, emana amor y decoro; les dirigió una serie de insultos machistas y peyorativos hacia la homosexualidad. Otras personas que se encontraban en el lugar, enfrentaron a dicho “hombre” y los jóvenes se retiraron.

Pero ¿qué sucede en la mente de ciertas personas que reaccionan con tal agresión ante la homosexualidad?

Se les ha denominado perversos o desviados a aquellas personas cuyo ejercicio de su sexualidad no fuera sólo “la unión de los genitales masculinos y femeninos en un acto al que se le designa coito”.

Diferentes autores han establecido la diferencia entre actos perversos y la patología perversa: los primeros están en relación con las prácticas o juegos eróticos que se realizan de manera consensuada —-consentimiento de ambas partes—-, para llegar a experimentar la satisfacción sexual.

Los segundos tienen que ver con practicas que pueden resultar dolorosas o generar vergüenza para un integrante de la pareja. Todo acto sexual que no sea consensuado en donde exista el sometimiento se considera como patología perversa.

La homosexualidad se considera como un acto perverso y genera tanto miedo en muchos varones esencialmente por miedo a la castración.

Cuando el niño descubre que ese otro ser humano igual a él no tiene pene, va a vivir con miedo a perder el suyo. Todo el tiempo va ha estar mostrando su fuerza y repudiando su parte sensible y frágil.

Igualmente va a sentirse altamente intimidado y devaluado frente a una mujer que se muestre con más habilidades o más inteligente pues son situaciones que le hacen sentir la amenaza de la castración.

Por el machismo muchos hombres se pierden de poder disfrutar de su parte sensible, como emocionarse ante el amor, el cuidado de los hijos, la parte tierna de la relación de pareja y, sobre todo, el poder dejar de vivir con miedo a la castración.