La epidemia de linchamientos: ¿no importan? ¿fue el Estado?

La escena la vivimos en septiembre de 1968, en San Miguel Canoa, Puebla. Una multitud quemó vivos a siete excursionistas, a los que motejó como comunistas.

La escena volvió por televisión en noviembre de 2004, en Tláhuac. La turba linchó y quemó vivos a dos policías federales.

Y se repitió hace horas en Ajalpan, Puebla. La multitud quemó vivos a presuntos encuestadores, acusados de delitos inventados.

A medio siglo de Canoa, a una década de Tláhuac y a horas de Ajalpan, a nadie importa el linchamiento criminal. Y no son 43 linchados –son cientos–, no son normalistas, y no secuestraban camiones. Son cientos de mexicanos linchados cuya muerte no provocó la caída de un presidente municipal y no es motivo de una sola recomendación de las comisiones de derechos humanos y menos interesan a las saqueadoras ONGs.

Cientos de linchados que no importan a nadie porque no son negocio –económico o político–, porque su muerte no produce votos. Y tampoco importan a la CIDH y menos al GIEI, porque no regalan millones de dólares.

Se trata de una epidemia que no importa a nadie. ¿Lo dudan?

Según el estudio “Linchamientos en México: (1988-2014)”, de Raúl Rodríguez Guillen y Norma Ilse Ávila –de la UAM–, en esos 26 años se han registrado por lo menos 366 linchamientos en México.

A su vez, según información periodística, en los últimos 12 meses en Puebla se han producido 23 intentos de linchamiento y 4 consumados. En la última semana la prensa local reportó 3 intentos, uno consumado, en Ajalpan, en donde fueron quemados dos presuntos encuestadores.

De junio a septiembre de 2015 se reportaron 9 intentos de linchamiento en el oriente del Estado de México; cinco en Ecatepec, dos en Chalco, uno en Chimalhuacán y otro más en Temascalapa.

Los linchamientos registrados en todo el país –por lo menos 366–, en los últimos 26 años ocurrieron en el Distrito Federal, Estado de México, Puebla, Morelos, Oaxaca, Chiapas y Guerrero.

Según Carlos Vilas, un linchamiento tiene las siguientes características: a) Es una acción colectiva. b) Es de carácter privado e ilegal. c) Que puede provocar la muerte de la víctima. d) Se da en respuesta a actos o conductas de autoridad reprobadas. e) Se produce contra una víctima que se encuentra en inferioridad numérica abrumadora frente a los linchadores.

A su vez, el articulo 17 constitucional prohíbe la justicia por propia mano: “Ninguna persona podrá́ hacerse justicia por sí misma, ni ejercer violencia para reclamar su derecho”.

El linchamiento es una agresión violenta, de carácter anónimo, de naturaleza efímera, extralegal que crea un vínculo de complicidad que se refuerza por el anonimato y que produce en los participantes un sentimiento del “deber cumplido”, al hacer justicia por propia mano.

Sin embargo, el linchamiento es un delito; la barbarie de la masa que se impone a las reglas establecidas; que arrastra la civilidad, la norma, la ley y la impartición de justicia y que no castiga a los culpables –ocultos en el anonimato–, pero tampoco castiga a los servidores públicos que la provocan.

Lo más cuestionable es que si bien el linchamiento es una respuesta a la ausencia y fallas del Estado; como reacción social a la ineficacia institucional –corrupción, abuso e impunidad–, al final y debido a las características propias del linchamiento, siempre termina en la impunidad, sin castigo a los responsables. Y lo peor es que exalta la injusticia y la impunidad, que es la misma injusticia e impunidad que dice combatir.

¿Y los vividores de la muerte? ¿No fue el Estado? Al tiempo.

Tomado de El Universal