LA AGRESION EN EL SER HUMANO. NORMAL O PATOLÓGICA

DRA. MARÍA ELENA

Diferentes psicoanalistas  definen la agresión como una expresión del odio. Sin embargo; el odio junto con el amor;  constituyen los sentimientos a partir de los cuales se conforma la vida psíquica del ser humano.

Pero, ¿Por qué agrede el hombre?, ¿Es la agresión un impulso inherente al ser humano?, ¿Es normal que un individuo presente cierto grado de agresión en la cotidianidad de su vida?, ¿Qué hace que la agresión se torne patológica al grado de llegar a quitarle la vida a otra persona?

En los primeros meses de vida, el bebé puede mostrar predilección por conductas relacionadas con morder —-el chupón o el pecho de la madre—-, patear —los barandales de la cuna o a la persona que se aproxima a cambiarle el pañal—-, o agitar determinado objeto. Estas conductas pueden interpretarse como agresivas, sin embargo; no llevan la intención de dañar al otro.

Diversos estudios han mostrado que estas conductas el bebé las presenta en momentos de excitación y que pueden resultar ser más un juego que un acto de agresión dirigido a otra persona. La pregunta es: ¿En qué momento estas conductas pueden llegar a tornarse agresivas?

De acuerdo con los mismos autores, la agresión puede llegar a generarse a partir de la frustración, la envidia, el abuso y el miedo.

La frustración está en relación con la imposibilidad de satisfacer una necesidad básica —-el hambre, el sueño—o un deseo —un viaje, un asenso en el trabajo—.  La primera persona con la que el bebé tiene contacto, es la madre y de manera particular; con el pecho que lo alimenta.

El llanto del bebé ante la demora para ser alimentado; es la primera manifestación de agresión que el ser humano presenta por frustración. Mediante el llanto el bebé manifiesta su necesidad y demanda la presencia inmediata de la madre para ser alimentado y de manera simultánea; este llanto también lleva la intensión en la imaginación, de agredir a la madre por su demora.

Es así que la frustración puede provocar agresión. Sin embargo; si esta no es excesiva, es también un estímulo necesario para la adaptación al medio ambiente y el desarrollo del sentido de realidad. Un buen ejemplo sigue siendo el del bebé que llora porque tiene hambre y va entendiendo que si es capaz de esperar un tiempo breve —tolerar la frustración—; mamá aparecerá para alimentarlo.

Por su parte, la envidia es descrita como el sentimiento de enojo contra otra persona que posee algo —un auto, una pareja, algún atributo físico, mejor puesto en el trabajo— que la persona desea, teniendo el impulso de quitarle o dañar al objeto que el otro posee.

La persona envidiosa se molesta ante la satisfacción ajena, lo que le provoca el impulso de agredir al otro. Solamente se va a sentir tranquila al contemplar la desgracia del otro.

Es por esto que resulta imposible poder satisfacer a una persona envidiosa ya que siempre va a estar deseando lo que el otro tiene y al no poder alcanzarlo; es entonces que utiliza el recurso de la agresión para destruir en la imaginación o en la realidad, el objeto que el otro tiene —el coche, la pareja, el puesto en el trabajo—y de esta manera quedarse tranquilo porque al destruirlo, ya tampoco el otro lo tiene.

En cuanto al abuso y el miedo que generan agresión; esta se origina cuando la persona ha sido expuesta a temprana edad a algún tipo de violencia, abuso físico, psicológico y sexual, de manera particular por alguno de los padres —incesto—. Este tipo de abusos son los que más daño generan en la persona que los sufre.

La agresión se vuelve patológica cuando la destrucción del otro se vuelve el fin único en la vida de la persona o cuando se busca hacer sufrir al otro y esto le produce placer. El niño ya no le pega a la pelota por diversión sino que lo hace para romper el vidrio de la vecina y esto es lo que ahora le produce placer.

Frente a tales circunstancias lo mejor es que el sujeto pueda recibir atención especializada que le ayude a resolver todos los sentimientos que la mala experiencia le provocó y de esta manera poder seguir con un desarrollo adecuado.