Fracaso de una candidatura anunciada; el epílogo del anayismo

Con el respaldo de un frente opositor, cuyo futuro se antoja incierto, Ricardo Anaya entrega cuentas muy pobres en las elecciones del pasado 1 de julio: apenas 12.5 millones de votos –contrastantes con los 30 millones que obtuvo Andrés Manuel López Obrador–.

Además de lo anterior, Anaya Cortés deja maltrecho al blanquiazul y en medio de una efervescencia orientada a la sucesión interna y grupos parlamentarios muy mermados.

Es el epílogo del anayismo. El descalabro del exaspirante presidencial en las urnas fue a costa de “pisotear” a algunos panistas de cepa. El 1 de julio fue una fecha para la que Anaya se preparó a conciencia desde varios años atrás y culminó con un rotundo fracaso.

Mientras tanto, el presidente en funciones del CEN del PAN, Damián Zepeda –impuesto por el propio Anaya– concluirá el periodo y encontrará acomodo en el Senado de la República.

Zepeda ya advirtió que si bien, no intentará imponer a ningún dirigente, tampoco lo harán “gobernadores, alcaldes, ni diputados ni senadores”. Ello, en alusión al rechazo de Gobernadores de Acción Nacional hacia un eventual regreso del “Joven Maravilla”.

El único panista que podría competir por la dirigencia –único gobernador que entregó buenas cuentas–, el guanajuatense Miguel Márquez, es señalado por sus correligionarios como “anayista”, pero no figura en el círculo más cercano.

Se habla de Santiago Creel, de Fernando Rodríguez Doval, de Marcela Torres Peimbert, de Marco Adame, así como de Édgar Mohar Kuri y hasta de Adriana Aguilar para llevar las riendas de Acción Nacional.

Lo cierto es que, Ricardo Anaya dejó a un PAN en clara división y en una pugna interna en donde ya se barajan las cartas para liderar al otrora partido de oposición tradicional, del cual poco queda.