¿EL SISTEMA POLÍTICO NECESITA UNA MEJOR OPOSICIÓN?

José Alberto Márquez Salazar

José Alberto Márquez Salazar

Una decisión política tiene que ver con la posición frente a las acciones del Estado, gobierno, régimen; los contrastes con lo que políticamente pensamos, proyectamos, proponemos o buscamos. Por supuesto, esto implica tener una alternativa legítima, creíble, seria, legal frente a quienes gobiernan y, especialmente, atractiva para el electorado.

 

Durante cinco años, la oposición representada por los partidos Acción Nacional (PAN), de la Revolución Democrática y Revolucionario Institucional (PRI), mantuvieron la crítica y enfrentamiento con el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, pero no se cuestionaron así mismos sobre el porqué de la derrota en el 2018.

 

Ante la inoperancia de los partidos políticos que recurrían a los mismos “cuestionamientos” al gobierno de la Cuarta Transformación, una parte de la sociedad, se planteó como oposición a las políticas públicas y agresiones del presidente de la República. Aquellos grupos de personas que vieron afectados los servicios públicos que tenían (medicinas, atención médica, apoyos para el desarrollo de sus actividades, etcétera) no solamente levantaron la voz sino buscaron organizarse.

 

Los desatinos, errores e intolerancia de Andrés Manuel López Obrador, cumpliendo su promesa de mandar al diablo a las instituciones, generó una respuesta importante de la sociedad. Así, nacieron diversas organizaciones opositoras. Algunas de ellas integradas por políticos profesionales (ex dirigentes, militantes, diputados y senadores) que se asumieron como “sociedad civil” y buscaron aprovechar el descontento.

 

La marcha de noviembre del 2022 para apoyar al Instituto Nacional Electoral (INE) fue muy importante para despertar del letargo a muchas personas y tratar de poner un límite al poder del presidente de la República.

 

Ante esa oposición de personas independientes de los partidos políticos, previo al inicio del proceso electoral 2023-2024, PAN, PRI y PRD prometieron integrar a la “sociedad civil” en las candidaturas para enfrentar al Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) en la elección del 2024.

 

En un supuesto ejercicio democrático, los tres partidos políticos convocaron a la sociedad civil para que los acompañara en la “batalla de todas las batallas” contra el inquilino de Palacio Nacional. Se elegiría con la participación de ellos a la o el candidato a la presidencia de la República.

 

El proceso para la selección de la o el candidato, al que en buena cantidad participaron las personas, terminó abruptamente con la decisión del líder del PRI, Alejandro Moreno Cárdenas, al levantar la mano a Xóchitl Gálvez y dejando en el camino a Beatriz Paredes Rangel, sin el proceso de votación.

 

 

La entonces responsable de organizar al Frente Amplio por México rumbo a las elecciones del 2024 se convirtió en el objeto de las expectativas ciudadanas y, también, el seguro de vida de las cúpulas partidistas, la probabilidad de que tengan sus espacios en algún órgano legislativo.

 

La sociedad civil que participó en el supuesto ejercicio democrático del Frente Amplio quedó excluida, incluyendo a los personajes que se asumían como la voz de ésta. Los partidos políticos acapararon los espacios de representación proporcional y limitaron a la candidata.

 

Es muy probable que Claudia Sheinbaum gane la presidencia de la República y eso se deberá, no solamente a la desafortunada campaña de Xóchitl Gálvez, sino a la falta de capacidad de los dirigentes, legisladores y voceros del PAN, PRI y PRD, quienes fueron incapaces de articular una oposición alternativa. Pero no hay que sobre culparlos, su historia ya lo había hecho.

 

¿Claudia Sheinbaum tendrá la misma fuerza que Andrés Manuel López Obrador? No lo creo. El liderazgo que construyó éste a lo largo de treinta años no se consigue fácilmente.

 

De ganar la presidencia, ¿Sheinbaum continuará el camino para el segundo piso de la Cuarta Transformación? No hay de otra porque sus propuestas conceptuales y de proyecto son pocas y la mayoría referenciadas a López Obrador y al proyecto que éste propuso.

 

Cuando Claudia Sheinbaum asuma el gobierno de la República, en octubre de este año, tendrá un Congreso de la Unión que limitará su agenda legislativa, pero los líderes de los partidos opositores serán de los mismos grupos que durante cinco años fueron incapaces de construir liderazgos para disputar política y electoralmente la preferencia de las personas.

 

De ganar la presidencia de la República, Claudia Sheinbaum tendrá mayores probabilidades de un ejercicio de gobierno pues tendrá una oposición, de los partidos políticos, más limitada y cuestionada. Quizá sea el Revolucionario Institucional quien se posicione como el eje de las negociaciones en el Congreso de la Unión.

 

Claudia Sheinbaum tendrá un peso: librarse de la sombra de Andrés Manuel y una ventaja: no hereda el enorme enojo y rencor que genera López Obrador.

 

¿Será necesaria una oposición? Sí. Pero no la que conocimos en estos últimos cinco años. Dentro de los dos partidos políticos más importantes (Acción Nacional y Revolucionario Institucional) tendrá que venir una “rebelión” para abrir espacio a la construcción y fortalecimiento de nuevos liderazgos.

 

El Sistema político mexicano necesita una oposición fuerte, madura, comprometida con las personas; alejada de las dudas sobre su enriquecimiento y corrupción; inteligente y capaz para señalar los errores de los gobiernos y participar en las propuestas que beneficien a las personas; serena para cuestionar y proponer, muy alejada de la estridencia y absurdos de su comunicación.

 

México necesita una mejor oposición. Y hay que construirla.