José Alberto Márquez Salazar
Este lunes 3 de julio, el presidente de la República aseguró tener el nombre de quien “organizará” al Frente Amplio por México (FAM). Y lo hizo. Inmediatamente, como en casi todo este sexenio, parte de la oposición adoptó la narrativa de Andrés Manuel López Obrador. Después de más de cinco años, éste sigue marcándole el camino a una oposición partidista que apenas da visto de estar activa.
Ya encaminado el proceso del FAM, seis personajes desistieron de su aspiración para “organizar a la oposición”, rumbo a la elección del 2024, argumentando desigualdad y poca claridad. Es evidente que el primer obstáculo y por el cual no quisieron competir fue la recolección de firmas de apoyo. Conseguirlas requiere una estructura mínima de organización y no solamente simpatizantes virtuales.
Y si bien, el presidente de la República, en su acostumbrada forma de provocar y agredir verbalmente a la oposición, se ha referido al proceso del FAM como una “faramalla”, lo que le debe preocupar a ésta no son solamente esos señalamientos: les debe ocupar el cómo van a revertir más de cuatro años de ausencia en las calles y la constante movilización del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA).
El mundo digital es muy importante para difundir y generar simpatías, pero dista mucho de ser la política real. El nivel de una o un candidato puede crecer porque los medios de comunicación lo promueven o porque tiene una estrategia digital que lo “posiciona”. Sin embargo, aunque esto suene retrograda, los medios digitales, las redes sociales, no generan movilización ni aseguran los votos.
De acuerdo con datos del padrón de afiliados del Instituto Nacional Electoral[1] (INE), el partido político con mayor número es el Revolucionario Institucional (PRI), con 2,065,161; luego es el de la Revolución Democrática (PRD) con 1,242,410; el Verde Ecologista de México (PVEM), 660,874; el MORENA, 466,931; el del Trabajo (PT), 448,492; Movimiento Ciudadano (MC), 381,735; y, finalmente, Acción Nacional (PAN) con 252,140.
¿Por qué hay partidos políticos que cuentan con pocos afiliados como PAN y otros, como el PRD o el PRI, con más? Esto se debe principalmente a que el primero es de “cuadros” y los otros son “de masas”; en el primero, la afiliación está más condicionada y tiene filtros, en los segundos, basta pertenecer a una organización social para estar afiliado.
En México, hay 5.5 millones de personas afiliadas, formalmente, a algún partido político nacional. Al 29 de junio del 2023, el padrón electoral (los inscritos y con credencial para votar) eran 96.2 millones de personas. Es decir, de ese padrón, solamente un 5.73 % está afiliado.
Si los procesos electorales se definieran por el número de afiliados, la oposición (integrada por PAN, PRI y PRD) tendría el 65 % de la votación y en segundo lugar quedarían el PVEM, Morena y PT con 27.27 %. Al final, MC tendría apenas el 7.27.
¿Por qué los resultados electorales no corresponden con el número de afiliados? Evidentemente porque los partidos políticos, con el fin de alcanzar el 0.26 % del padrón electoral federal o los “3,000 en al menos 20 entidades federativas o bien 300 en por lo menos 200 Distritos electorales uninominales” (INE), simulan las voluntades y no mantienen en activo a estos afiliados.
De acuerdo con una de las últimas encuestas publicadas por el periódico El Financiero (28/06/23), la preferencia por partido político para diputados federales es: 46 % para MORENA; 20 %, PAN; 14 %, PRI; 7 %, MC; 3 %, PRD; 2 %, PVEM y 2 %, PT (más 6 % para independientes). Por supuesto, no hay correspondencia con el número de afiliados.
El padrón del Revolucionario Institucional es el más grande, pero ha ido perdiendo votos en las últimas elecciones. En 2015 tenía la presidencia de la República y gobernaba diecinueve entidades, ahora solamente gobierna tres.
Durante este 2023, el presidente de la República convocó al “pueblo bueno” (incluyendo a sus aliados y simpatizantes), a dos principales movilizaciones: por el 18 de marzo (aniversario de la nacionalización de la industria petrolera) y para festejar el triunfo electoral de junio del 2018. De acuerdo con las cifras “oficiales” y alegres, en cada una de las manifestaciones hubo más de 250 mil participantes. Y, el año pasado, en noviembre, en otra, calcularon 750 mil.
En ese 2022, la más grande manifestación, de la sociedad civil y los partidos político opositores a López Obrador, logró una asistencia de más de 500 mil personas (#ElINEnoseToca), aunque el gobierno de la Ciudad de México calculó apenas 90 mil. Este año, la manifestación convocada por la sociedad civil (#OlaBlanca), sin el apoyo de los partidos políticos, movilizó a favor de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) a más de 100 mil personas (minimizadas por López Obrador, por supuesto).
En el año de 2006, Andrés Manuel López Obrador inició una campaña política permanente y la continuó a su llegada a la presidencia de la República, en 2018. La diferencia fue significativa: tenía el aparato del gobierno federal, los recursos públicos, miles de empleados que son invitados a participar libremente en sus movilizaciones, la mayoría en el Senado de la República, en la Cámara de diputados y en diversos congresos estatales, y el gobierno de varios estados de la República. Sí, un regreso a los años maravillosos del Revolucionario Institucional.
Cada acto de comunicación de López Obrador, desde sus conferencias matutina hasta los recorridos por la República y sus concentraciones en la Plaza de la Constitución, tiene como objetivos mantener una narrativa de buenos y malos y para mantener a sus afines en permanente movilización.
En la novela de George Orwell (Erik Blair), 1984, el brazo del Estado, el Partido, promueve constantemente “los dos minutos de odio” a través de los cuáles se refuerza la idea del Gran Hermano como líder de la nación y se construye al enemigo en turno, a aquel al que hay que odiar y del que nos salvará el Gran Andrés… digo… el Gran Hermano.
Una buena parte de los partidos políticos opositores tardaron mucho tiempo en entender y reaccionar ante ello y por ello, no reinventaron su discurso y formas de acercamiento con las personas. ¿Cuál es la narrativa de los candidatos a organizar el Frente Amplio por México (FAM), si hasta el nombre de la oposición unida ha ido cambiando? Desapareció la “Alianza Va por México” y ahora tendremos al Frente Amplio por México. Sólo quedó México.
¿Cuál es la capacidad de movilización que tienen, realmente, los candidatos a organizar al FAM?
Si bien, las y los precandidatos a la organización de MORENA, dependen mucho del liderazgo de Andrés Manuel López Obrador, también es cierto que ese liderazgo les apunta un camino, una ruta de acompañamiento al gran líder de la Cuarta Transformación. Puede que algunos no tengan la suficiente independencia ideológica y política, pero tienen un horizonte.
Suena duro, pero ninguno de los candidatos a organizar al FAM tiene una narrativa y un puerto al cual convocar a los partidos políticos que lo integran, a la sociedad civil organizada y a la que no está organizada, salvo la insuficiente idea de que López Obrador es un peligro para México. Y tampoco tienen una gran capacidad para movilizar a sus propios afiliados. Los partidos políticos que integrarán al FAM abandonaron la plaza y perdieron la calle desde el 2018. Por ejemplo, ¿Cuántos de ellos realizaban asambleas informativas o movilizaciones en sus territorios? Fue la “sociedad civil” quien les fue indicando algunos pasos.
Sí, quizá el FAM pueda lograr una o un candidato con carisma y “punch”, sobre todo en las redes sociales, pero será un “organizador” con una estructura reducida y sin estrategia y fuerza suficiente para movilizar. ¿Qué hará? Apelará a la sociedad civil, a combatir el abstencionismo creyendo que disminuyendo éste los votos le favorecerán. Es una apuesta arriesgada.
Sí, también puede argumentarse que las redes sociales son muy importantes, pero también operan a favor de MORENA que, entendámoslo, tiene una estructura -apadrinada por el Ejecutivo Federal, legisladores y gobernadores de los estados y municipios- capaz de movilizar, no solamente un día, sino constantemente, a millones de personas que- aún con el desastre existente- seguirán apoyando a la Cuarta Transformación y al Gran Andrés.
Después de la derrota de la “Alianza Va por México” en el estado de México, muchos analistas y líderes de partidos políticos reprocharon a los electores no salir a votar. “Se merecen el gobierno de MORENA”, les dijeron. No recordaron la participación histórica el abstencionismo en ese Estado. Cuál es la función de los partidos políticos: principalmente, promover la participación y la cultura política, no solamente tomarse selfies.
Cualquiera que sea la o el candidato del FAM tiene un reto fundamental que va más allá de las 150 mil firmas para subir el primer escalón: revertir la incapacidad de los partidos políticos que lo apoyarán para movilizar los afectos e identidades y, por supuesto, el voto en el día decisivo, ese 2 de junio del 2024 que ya está a la vuelta.
[1] INE [En línea] https://www.ine.mx/actores-politicos/partidos-politicos-nacionales/padron-afiliados/ [Consulta: 4 de julio del 2023]