¿Debe una mayoría calificada ser “demócrata” en el Congreso?

José Alberto Márquez Salazar

José Alberto Márquez Salazar

 

Con las mayorías calificadas que tiene MORENA en el Congreso de la Unión, ¿cuál es su responsabilidad con los electores?

 

La elección de este junio en México fue una de las más competidas en descalificaciones, insultos y agresiones entre las y los competidores ¿Podemos esperar que el nivel de confrontación baje?

 

Esa “belicosidad” asentó el piso desde el cual se sigue el proceso postelectoral, el inicio de gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum y de los trabajos de la LXVI legislatura del Congreso de la Unión.

 

En los últimos treinta años hemos comprobado la dificultad que tiene las mayorías para escuchar y dar voz a las minorías, aún cuando éstas pudieran tener razón.

 

Ya se ha descrito y escrito sobre los errores que tiene la reforma constitucional en materia judicial. El principal cuestionamiento advierte “la prisa” que la mayoría de la coalición “Sigamos haciendo historia” imprimió para “darle gusto” al entonces presidente Andrés Manuel López Obrador.

 

Así sucedió también en la LXII legislatura cuando la mayoría conformada por los grupos parlamentarios de Acción Nacional (PAN), Revolucionario Institucional (PRI), de la Revolución Democrática (PRD) y Verde Ecologista de México (PVEM), consolidaron las reformas estructurales del presidente Enrique Peña Nieto.

 

Hoy vemos que la presencia e importancia del Congreso de la Unión, en la vida nacional, es muy alta, pero fue así a partir de la LVII legislatura (1997-2000) cuando el PRI perdió la mayoría y crecieron el PRD y el PAN.

 

Hasta las reformas que dieron vida a la Ley (Federal) de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales (LOPPE) el Congreso de la Unión era el desierto del análisis y debate.

 

El inicio de la llamada transición democrática (los ochenta) replanteó el papel del poder Legislativo y le dio una presencia que albergó esperanzas para una efectiva división de poderes.

 

Las instituciones, en este caso, el Congreso de la Unión, maduraron, pero no lo hicieron así los partidos políticos y las y los diputados que llegan a ejercer su encargo.

 

Hay que recordar que, si bien desde la Constitución Federal de 1857 el Congreso tenía facultades para formular su reglamento interior, fue hasta 1977 –justo en el marco de la (LFOPPE)- cuando tuvo la facultad/obligación para expedir a ley que regula su estructura y funcionamiento internos.

En el año de 2010 se expidieron los reglamentos para el Senado de la República y para la Cámara de Diputados que instruyen y ordenan sobre la vida interna de los órganos.

 

En el 2010 ya estábamos en el ejercicio de una democracia con más pilares que la de 1977, sin embargo, no se previó la forma en cómo “proteger” a las minorías o cómo blindarlos frente al abuso de la mayoría.

 

¿A que me refiero? Justo a lo que estamos viendo.

 

Cómo puede la mayoría ejercer la capacidad de escuchar y atender a las minorías. Y no, no me refiero a las diversas estrategias que se tiene actualmente como el “parlamento abierto” que es una cita y reunión de personajes que demuestran sus conocimientos, pero que no impacta en modo alguno la determinación de una iniciativa.

 

Hoy, la figura del parlamento abierto debe replantearse: qué sentido tiene hacer foros que no tendrán el menor impacto en iniciativas ya confeccionadas para aprobarse por mandato del Ejecutivo.

 

El Congreso de la Unión, sea cual sea la mayoría que tenga, es el centro de expresión de las personas electoras. La instrucción de la mayoría de ellas, en este 2 de junio, fue “poner el segundo piso de la Transformación” y tener una mejor representación para borrar el pasado de intransigencia, de ausencia de rendición de cuentas y falta de respeto por las minorías.

 

Si la presidenta de la República, Claudia Sheinbaum, propone -de la mano de los partidos PVEM, del Trabajo y del Movimiento de Regeneración Nacional- una reforma política y electoral, es importante considerar nuevas formas y oportunidades para las minorías; hablo de cómo escucharlos y atenderlos en el Congreso de la Unión.

 

El principio de la creación del Movimiento de Regeneración Nacional tuvo como escenario la imposición de la agenda legislativa del “Pacto por México”; ya  vivieron la imposición y marginación; saben de qué se trata.

 

A una mayoría calificada, en el legislativo, no se le pide que sea demócrata porque las leyes y reglamentos para el gobierno de la Cámara de Diputados y Senadores son verticales: gobiernan procedimientos y son aprovechados por las y los legisladores, de acuerdo con su conocimiento y capacidades.

 

Sin embargo, es importante que la mayoría aprenda a escuchar, a ejercer principios democráticos como la igualdad, la tolerancia y el control del poder. A establecer una gobernabilidad que fortalezca las leyes que generan.

 

Es la oposición, PAN y PRI, especialmente quienes, fundamentalmente, deben aprender nuevas estrategias para el ejercicio legislativo, a no oponerse a todo, a capitalizar las reformas que benefician a las personas, a difundir que el Congreso de la Unión no es la casa de un movimiento sino de todas y todos los mexicanos.

La mayoría calificada debe hacer política y ésta se basa en la búsqueda de los consensos, de acuerdos, para el bien de las mayorías gobernadas, del pueblo “bueno” y también del “malo”.