El 25 de noviembre fue declarado por la ONU como el “Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer”. La iniciativa busca poder establecer múltiples estrategias de prevención de la violencia contra la mujer; que abarquen desde la consciencia en la población hasta el cambio de las normas sociales.
La gran paradoja es que el pasado lunes 25 de noviembre en que miles de mujeres marchaban demandando la eliminación de la violencia hacia la mujer, Abril Pérez era asesinada en manos de un sicario ante los ojos de dos de sus hijos.
Este asesinato fue anunciado desde que Abril denuncia la brutal agresión que recibió de manos de su entonces esposo, el cual fue vinculado a proceso por intento de feminicidio y posteriormente encarcelado.
Los anuncios del asesinato se siguieron manifestando cuando leyes misóginas en manos de jueces misóginos dejaron en libertad al agresor.
Es entonces que Abril declara que esta siendo acosada por su ex-esposo y teme por su vida. Sin embargo este grito de auxilio no fue escuchado y atendido por autoridades competentes y mucho menos, tomaron acciones de prevención.
Entonces sucedió lo que se venía anunciado, Abril fue asesinada a manos de un sicario y como sospechoso del asesinato es señalado su ex-marido.
La historia de Abril es la historia de miles de mujeres (2 mil 833 mujeres en 2019, según cifras de la Secretaria de Seguridad Pública), que han sido víctimas de violencia por parte de sus parejas y que a pesar de haber denunciado, no encuentran protección ni en las leyes ni en las autoridades y lo único que encuentran, es la muerte.
La violencia infligida por la pareja es una de las formas más frecuente de violencia contra la mujer; esta violencia puede manifestarse mediante el maltrato físico, el abuso sexual o emocional, así como el control sobre las decisiones y conductas de la pareja.
No es privativa de un sector de la población, la violencia ejercida por la pareja se presenta en todos los estratos y grupos socioeconómicos, religiosos y culturales.
Es frecuente que un hombre violento provenga de una familia en donde las formas violentas de interacción y las relaciones de abuso entre sus integrantes, eran aceptadas como estrategias adecuadas para resolver conflictos.
También se suman las actitudes hostiles, el consumo de drogas con el objetivo de mitigar las emociones que le producen los conflictos de la vida cotidiana y la presencia de algún trastorno de personalidad como pueden ser los celos patológicos, un deficiente manejo de las emociones, baja autoestima y necesidad extrema de atención y afecto (Echeburúa 2015).
Aspectos que las autoridades deberían de tener en cuente cuando se reciba la denuncia por violencia y así poder prevenir el asesinato de una más de las mujeres violentadas e igualmente desarrollar programas de atención especializada para los hombres violentos.
Por su parte, las mujeres violentadas quedan atrapadas en una relación que poco a poco la va destruyendo pero de la que se siente imposibilitada a abandonarla por diferentes factores, entre los más comunes se encuentran los siguientes:
- temor a represalias
- falta de otros medios de apoyo económico
- preocupación por sus hijos
- falta de apoyo de familiares y amigos
- amenaza de pérdida de la custodia de los hijos asociadas con el divorcio
- esperanza de que su pareja cambie.
La gran ironía es que cuando la mujer logra demandar a su verdugo, se topa con leyes, con un estado una sociedad misógina que al hombre le permite el ejercicio de la violencia y que le disculpa cualquier delito hasta el ser un asesino.
Es necesario que la mujer siga gritando y cada día más fuerte hasta lograr que el estado deje su misoginia y preste atención a las denuncias por violencia y se muestre interesado y capaz de detener más asesinatos de mujeres.