Cerro conservador

ZUMPANGO, ESTADO DE MÉXICO, 17ABRIL2019.- Aviones que pertenecen a la flota oficial que será subastada por parte del gobierno federal, permanecen en las pistas de la Base Aérea Número de Santa Lucía. FOTO: MARIO JASSO /CUARTOSCURO.COM

Ya sea porque no se le vio o no se le otorgó importancia, el cerro de Paula –ubicado en el municipio mexiquense de Temascalapa – no fue considerado en el proyecto original para convertir la actual Base Aérea Militar (BAM) número 1 en un aeropuerto civil y obra insignia del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, junto con la refinería de Dos Bocas, Tabasco.

La presencia del cerro de 240 metros de altura desde su base (o 2 mil 625 metros sobre el nivel medio del mar) ha obligado a replantear la ubicación de las eventuales pistas comerciales del aeródromo de Santa Lucía, con un consiguiente aumento de casi 12% en el costo de final de la obra, derivado de la necesidad de comprar terrenos adicionales, entre otras cosas (Alejandro de la RosaEl Economista, 22/IV/2019).

Todavía no es un hecho que la situación podrá salvarse. El veredicto está en manos de la consultora NavBlue –filial de la empresa Airbus, dedicada a la gestión de tráfico aéreo–, contratada por el gobierno federal para realizar el estudio final sobre la viabilidad aeronáutica de Santa Lucía.

En una cuenca cerrada como es el Valle de México, está en duda que el Aeropuerto General Felipe Ángeles, como se pretende bautizar la terminal a construirse en Santa Lucía, podría funcionar simultáneamente con el actual Aeropuerto Internacional Benito Juárez.

Expertos como Miguel Ángel Valero, miembro del Colegio de Pilotos Aviadores, han dicho que aun si se encuentra una solución a ese dilema, serían tantas las medidas de seguridad a adoptar, que la operación conjunta de los aeropuertos reduciría la posibilidad de realizar despegues y aterrizajes simultáneos, con lo cual la saturación del espacio aéreo del Valle de México no acabaría de resolverse.

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Por su cercanía con la BAM  –apenas 9.5 kilómetros –, el cerro de Paula se convierte en una complicación adicional. Por si fuera poco, dicha elevación está catalogada desde el punto de vista arqueológico, como reveló mi compañero Andrés Becerril, en un extenso reportaje que se publicó ayer en las páginas de Excélsior.

De hecho, la zona que incluye al cerro de Paula –bautizado así por la presencia de la exhacienda de San Francisco de Paula – está plagada de vestigios de las culturas teotihuacana, tolteca y mexica, muchos de los cuales pueden admirarse a flor de tierra. Hay 33 sitios diseminados en una zona de casi 75 mil hectáreas. Por su importancia histórica, la zona fue estudiada por los célebres arqueólogos estadunidenses William Sanders y Jeffrey Parsons, que entre 1960 y 1995 evaluaron su potencial para entender el desarrollo de las civilizaciones prehispánicas en la Cuenca de México.

El cerro de Paula, desde cuya cima se puede ver la base de Santa Lucía, el lago de Zumpango y la zona industrial de Tizayuca, Hidalgo, fue probablemente un adoratorio, al que los teotihuacanos acudían para recolectar plantas medicinales.

Hoy está en el paso de la aproximación final de los aviones comerciales que aterrizarían en el Felipe Ángeles.

Tendrán que ser determinaciones técnicas y no políticas las que decidan que el cerro de Paula, además del cerro Gordo y la sierra de Guadalupe, no representan riesgos para la aviación comercial, pues no es lo mismo operar un aeropuerto militar  –que tiene despegues ocasionales, de aviones de dimensiones pequeña y media – que uno comercial.

Dudo que una consultora arriesgue su prestigio por dar su visto bueno a la operación de una terminal sólo para no ser tachada de conservadora o fifí.