Cascajo y varilla

Se comenta que López Obrador está recogiendo cascajo del PRI y del PRD para ganar votos. No sé si algunos de los personajes que ha reclutado dan votos, pero ciertamente varios carecen del perfil de honestidad y rectitud que López Obrador pregona. El último ejemplo es la inclusión de Napoleón Gómez Urrutia en la lista de senadores plurinominales de Morena. Este exlíder sindical de los mineros huyó a Canadá cuando una explosión en la mina de Pasta de Conchos (2006) cobró decenas de vidas y fue perseguido por la Interpol acusado de defraudar 55 millones de dólares de sus trabajadores. López Obrador le prometió las condiciones adecuadas para que regrese de su exilio.

Misma historia con el PRD. Ha incluido a Mauricio Toledo, polémico asambleísta, como candidato plurinominal a diputado federal. Este personaje ha sido señalado por actos de corrupción (extorsión, amenazas y por prácticas de clientelismo como repartir tinacos que él mismo le había vendido a la delegación Coyoacán durante su administración). También el PRD postuló a Ricardo Cardona Gallardo como senador, quien estuvo preso 11 meses en 2015 mientras buscaba ser candidato a la gubernatura de San Luis Potosí. Gallardo, quien era alcalde de Soledad, fue acusado por delitos de delincuencia organizada y operaciones con recursos de procedencia ilícita.

Recoger cascajo te puede dar votos hoy, pero te crea corrupción mañana. El PRD reclutó en 2010 a Ángel Aguirre –exmilitante del PRI– para ser candidato en Guerrero y tiempo después estalló un grave problema de corrupción y violencia en esa entidad (él era quien gobernaba durante el episodio de Ayotzinapa), fruto de un gobernador omiso, irresponsable y con una personalidad clientelista.

También en Chiapas, López Obrador apoyó a Juan Sabines, en 2006, un candidato que había militado en el PRI. Fue postulado por el PRD, PT y Convergencia (hoy Movimiento Ciudadano) y el resultado fue un gobierno de frivolidad y de presunta corrupción. La Auditoría Superior de la Federación detectó irregularidades durante su administración que suman 40 mil millones de pesos. Hoy es cónsul en Orlando gracias a que el gobierno de Enrique Peña Nieto lo designó.

Ahí mismo en Chiapas se da otra carambola. Eduardo Ramírez, exdirigente del Partido Verde y diputado local en Chiapas, renunció a su cargo por no haber sido tomado en cuenta durante el proceso de designación del candidato a gobernador de esa entidad por parte de la coalición encabezada por el PRI. Ahora se suma a las redes de apoyo a AMLO.

La historia del PRI es harto conocida. En aras de ganar elecciones y de postular al más popular o al que tuviera más dinero, hizo candidatos a varios sin recato alguno para abusar del poder. También ocurrió que ahí donde gobernaba el PRI, sus gobernadores en funciones tuvieron luz verde para postular al que ellos quisieran, casi siempre en un toma y daca de apoyo a cambio de impunidad. Fue tal el abuso y la tropelía –que en algunos casos raya en la locura– que ese partido corre nuevamente el riesgo de perder el poder de la presidencia de la República.

Morena sigue hoy la misma ruta que hizo el PRD en los años noventa: reclutar a los priistas enojados o desplazados para ganar votos. Pero en el caso de Morena la responsabilidad es aún mayor, porque es el partido que pregona la honestidad a prueba de todo. ¿Acaso López Obrador puede garantizar que la historia de Morena será diferente cuando está siguiendo el mismo script del PRD al que tanto crítica?

El domingo pasado López Obrador dijo que combatiría la corrupción de forma terca y obsesiva. Pero no es un asunto de deseo personal, sino de incapacidad cuando se rodea cada vez más de los mismos personajes que ya causaron corrupción en otros lados. Lo mismo aplica a Anaya. Este domingo dijo que combatiría el pacto de impunidad. ¿Puede hacerlo cuando su aliado, el PRD, está postulando a personajes acusados de corrupción? ¿Puede ser creíble cuando su partido en la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México está tolerando y participando en la distribución clientelista y opaca de los ocho mil millones de pesos para la reconstrucción de la Ciudad?

La solución a la corrupción por supuesto no proviene de eliminar el cascajo, sino de cambiar las varillas de la casa política mexicana. Pero también es necesario eliminar el cascajo para que las varillas sostengan con mayor vigor la nueva edificación de la democracia mexicana, que todos los candidatos a la presidencia dicen querer.