Por: Fernanda de la Torre Verea
Nos gusta pensar que somos independientes y librepensadores, pero la verdad es que nos sigue importando mucho el “qué dirán”, y por ello nos comportamos de acuerdo con los cánones que marca la sociedad. Un indicio de ello es la creencia de que, para ser una pareja bien avenida, hay que compartirlo todo: vivir juntos en la misma casa, la misma habitación y, desde luego, la misma cama. Lo cual no necesariamente funciona de esta manera.
Hace tiempo, leí un artículo en Slate Magazine en el que la autora se preguntaba por qué, si es tan evidente que se puede dormir mejor solo que con tu pareja, no lo hacemos. Y concluía que esa idea escandaliza a la sociedad.
Si somos sinceros, tendríamos que aceptar que las camas son también para descansar y que, muchas veces, es muy difícil hacerlo al lado de otra persona. Pasarse la mitad de la noche en batalla campal por una cobija o escuchando una sinfonía de ronquidos hace el descanso imposible. Si esto es así para una determinada pareja, ¿cuál sería el problema de tener camas separadas? En realidad, ninguno. Lo que nos detiene es el condicionamiento social.
“SI LOS MUROS HABLARAN: LA HUACA RAJADA, TUMBA DEL SEÑOR DE SIPÁN”
A pesar de que no siempre ha existido la costumbre de que las parejas duerman en la misma cama, nuestra creencia actual es que tener camas separadas –ya no digamos cuartos separados o casas separadas– es síntoma de que la relación atraviesa por un problema, y gordo. ¿Qué pensarían los demás si una pareja que construye su casa tiene, en vez de una habitación principal, una habitación para cada uno? Seguramente, que tienen serios problemas. Lo fundamental es que no debería importarnos lo que opinen.
Mientras dormimos, somos tan vulnerables que esa indefensión nos puede costar la vida. Muchos han sido traicionados o asesinados mientras dormían. Fue mientras dormía en su regazo que Dalila le cortó la cabellera a Sansón, dejándolo sin fuerza y a merced de sus enemigos. Ejemplos sobran, así que no es de sorprender que el hecho de compartir el lecho con alguien sea una muestra de confianza, y qué mejor que entregar esa confianza a tu pareja. Pero no debe ser la única.
Muchas parejas –como mis abuelos– han tenido habitaciones separadas y, aun así, procrearon media docena de hijos sin ningún problema. Lo cierto es que la confianza, el sexo y la intimidad en una pareja no necesariamente están relacionados con una cama king size. Existen muchas parejas que duermen en la misma cama y que no saben nada de la vida, el trabajo y los sueños del otro.
En Sólo para parejas (Ed. Océano), relaté la historia de una pareja que no solo duerme en camas separadas, sino en habitaciones separadas. Su problema no es incompatibilidad de caracteres, sino incompatibilidad de horarios, y así lo han solucionado. A muchos puede parecerles síntoma de problemas o falta de intimidad, pero lo cierto es que, según me contaron, su vida sexual no ha desaparecido al tener cada uno su propio espacio; por el contrario.
Para ciertas parejas, lo ideal es que cada uno tenga su casa, en especial si cada uno tiene sus propios hijos o estilos de vida diferentes. Muchas fricciones se pueden evitar cuando hay problemas entre los hijos de ambos o de estos con la pareja. Por otra parte, este arreglo tiene la ventaja de que cada uno sigue siendo responsable de su espacio: de mantenerlo, cuidarlo, limpiarlo y decorarlo a su gusto.
Poco a poco está cambiando la forma de relacionarnos y cada vez es más común ver formas alternativas de convivencia: desde parejas que viven juntas solo los fines de semana (bastante común en Japón) hasta parejas que deciden vivir cada uno en su casa o parejas que duermen en habitaciones o camas separadas y les funciona muy bien. Lo que no funciona es seguir a rajatabla las convenciones sociales que dicen que las cosas deben ser de tal o cual forma.
En una pareja, lo importante es llegar a acuerdos que les funcionen a ellos, no que sean aceptables para la sociedad. Sin embargo, le damos demasiado peso al “qué dirán”. Y no solo en temas de colchones, sino en muchas otras áreas. Verdaderamente hay que revisarlas, porque, a pesar de ser socialmente aceptadas, estas creencias pueden hacer de nuestra vida un infierno. Es importante tener confianza y buscar lo que funciona para nosotros, no para los demás.
¡Fuera convencionalismos sociales! Definitivamente, es mejor tener camas separadas y vidas juntas que dormir en una misma cama, pero tener vidas separadas.
¡Buen domingo a todos y gracias por leerme!
¿Sacrificas el descanso por cumplir con normas ? Espero tu opinión dejando un comentario en el blog o en mi cuenta de X: @FernandaT