Cae el telón

Hoy concluye el primer periodo ordinario de sesiones de ambas Cámaras. La atención está puesta en el Senado por motivo de la reforma al DF que se entrampó en el estira y afloje por otras leyes; los perredistas reclaman al PRI el cumplimiento del compromiso en ese tema, ilustrando así sobre la dinámica y tipo de negociación que caracterizaron la relación entre el Ejecutivo y el Congreso en la primera mitad del sexenio. No ha sido la ponderación de la necesidad o virtud de las reformas lo que ha movido a partidos y legisladores, ha sido el intercambio, el cambalache.

La reforma del DF, que de aprobarse hoy pasará a consideración de las legislaturas estatales, cierra la lista de pendientes del Pacto por México. Nadie podrá quejarse de incumplimiento de la otra parte. El intercambio abarcó también designaciones o ratificaciones de servidores públicos, incluyendo fiscales especiales y ministros de la Corte; la diferencia es que en esos casos la negociación principal ha sido y será con el PAN, que dispone de los votos que hacen posible cumplir el requisito de la mayoría calificada.

Correspondió a la LXIII Legislatura liquidar los saldos de la anterior y esa tarea es casi siempre ingrata, más en este año ya que la fiesta del Pacto terminó en rosario de Amozoc, con recriminaciones y reproches desde las filas opositoras, singularmente del PRD, al que su participación en el maratón reformista le costó divisiones, renuncias de fundadores y debacle electoral, con el agravante del surgimiento de Morena, que es el mayor dolor de cabeza para los dirigentes y militantes del partido del sol azteca.

En el panismo la resaca post reformas no ha sido tan fuerte, ya que pueden presumir del ADN azul que inyectaron en la principal de ellas -la petrolera- y además cuentan con el escudo protector que les brinda no haber acompañado la tributaria, criticada por los empresarios y gravosa para las clases medias. Aún así, una parte del litigio por la candidatura mayor de 2018 se dará en torno al balance de su participación en el Pacto por México, asunto en el que Margarita Zavala pondrá el tono y la tonada.

Las obligaciones de la nueva legislatura respecto de los temas económicos fueron cumplidas; en tiempo y forma aprobaron la Ley de Ingresos y el Presupuesto de Egresos de 2016, lo que se facilitó en extremo por la renuncia del secretario de Hacienda a empujar lo que había anunciado como su gran aportación: el llamado presupuesto cero, que en eso quedó, en cero. La inercia de las cifras y las prácticas se impuso; nadie estuvo dispuesto a asumir el costo político de anticipar el ajuste de gasto, que saben inevitable.

En la práctica legislativa, tanto en comisiones como en el pleno, se empiezan a notar las consecuencias de los resultados electorales de junio pasado. Quizá el más notorio sea que el PAN ha retomado su lugar como el interlocutor a considerar por el gobierno y el PRI. El radicalismo de Morena provoca costos negativos para la izquierda: por una parte inhibe al PRD de emprender acciones que afecten la imagen opositora que busca recobrar, lo que limita su participación en acuerdos con el PRI y PAN, y por otra ha generado en los dos últimos la convicción de que tratar de entenderse con los diputados de Morena es perder el tiempo. Los demás grupos se han movido en función de sus alianzas previas (PVEM y PANAL) o de consideraciones coyunturales, pragmáticas.

En San Lázaro los coordinadores de los tres grupos de mayor peso tienen menor visibilidad que sus antecesores; parecen depender más de sus respectivas burbujas en las que participan quienes de manera abierta o velada representan votos adentro y juego de influencias afuera. Como en el teatro, una vez que el telón caiga aprovecharán el intermedio para hacer ajustes, incorporar actores y afinar actuaciones para el segundo acto.

Será a partir de febrero cuando en San Lázaro la actual legislatura adquiera su propio perfil; enfrentará un reto aún más complicado que liquidar saldos: enmendar el mazacote electoral del 2014.

Tomado de Reforma