De forma repentina, la Procuraduría General de la República anunció que dio de baja a tres de los 14 testigos protegidos que mantenía bajo su custodia.
Como seguramente recuerda, durante años, la PGR construyó acusaciones basándose en señalamientos de “testigos especiales”.
Sin embargo, el paso del tiempo demostró que muchas veces, los testigos protegidos falseaban la información.
De hecho, parecía que estos personajes señalaban sólo a quienes querían y protegían, también, a los que ellos deseaban.
Acaso por eso, la utilización de este recurso fue severamente cuestionada por amplios sectores sociales.
En consecuencia, la inhabilitación de tres de los 14 testigos especiales es una buena noticia.
De hecho, la misma PGR hizo público que las acusaciones de los 11 testigos restantes no bastarán para construir un expediente. Será necesario sumar más pruebas.
A todas luces, la Procuraduría cometió un gran acierto.
Con esta decisión, la PGR cerró la puerta a una gran arbitrariedad.
Sin embargo, no sobra preguntar, ¿qué pasará con todos los hombres y mujeres que viven tras las rejas a causa de una de estas acusaciones?
¿Qué será de las víctimas de estos señalamientos envenenados?
¿Qué ocurrirá con sus vidas, con sus familias, con sus carreras?
¿Acaso existe una forma de remediar el error?
