Anaya, el retrato

Con una buena dosis de ironía, los estrategas del PRI utilizaron un discurso de Ricardo Anaya —en el que elogia sin límite cualidades y capacidades de José Antonio Meade—, para sugerir que hasta el candidato de la alianza PAN, PRD y MC “sabe que el PRI ganará” la elección presidencial.

En el mensaje, difundido en redes a manera de spot —titulado “Esto piensa Anaya de Meade”—, el ex presidente del PAN aparece empeñado en elogiar sin límite al que en ese momento era su aliado y amigo.

Por eso, Anaya dice que Meade “es un mexicano del que nos sentimos profundamente orgullosos, de los poquísimos mexicanos que han ocupado tres secretarías de Estado, el único habiendo participado en dos gobiernos emanados de distintos partidos políticos” y por eso “no nos sorprende, porque es una consecuencia de su preparación y solidez técnica”.

Y remata con el elogio de elogios a Meade: “Pero es, sobre todo, una consecuencia natural de su verticalidad y de su extraordinaria calidad humana”.

¿Habían imaginado a Anaya en tal nivel de admiración? Lo cierto es que luego de escuchar lo anterior, cualquiera podría decir que Anayano es candidato presidencial y que el verdadero aspirante a Los Pinos se llama José Antonio Meade, actual candidato presidencial del PRI.

Pero antes de continuar, obliga la primera pregunta: ¿por qué hace cuatro años —fecha del mensaje elogioso en favor de Meade—, Ricardo Anaya parecía enamorado político de Meade?

En la respuesta a la interrogante anterior está el misterio detrás de la meteórica carrera de Anaya. ¿Y cuál es ese misterio?

Todos lo conocen con el feo nombre de “lambisconería”, mientras que en política lo motejan como “el cultivo yucateco”.

Pero resulta que el único antídoto posible a la fea “lambisconería” y al “cultivo yucateco” es la inteligencia del que no se deja cortejar por el elogio interesado.

Lo cierto es que Anaya llegó donde llegó —en solo cinco años—, porque tiene “un doctorado en lambisconería” y “cultivo yucateco”. Desde sus tiempos de joven militante del PRI y luego del PAN, en su natal Querétaro, Anaya conseguía todo con el elogio y la sumisión. El fin justifica los medios.

Y es que en tanto diputado federal y jefe de la bancada del PAN en San Lázaro, Ricardo Anaya fue aliado del gobierno de Peña Nieto hasta niveles de abyección —como lo muestra el video—, con tal de lograr sus objetivos: escalar hasta los primeros niveles de la política.

Está claro que el Ricardo Anaya del video y del discurso era el diputado federal del PAN que aplaudía al gobierno de Peña Nieto y a su gabinete; el mismo que aprobó y aplaudió todas las “reformas estructurales” y el mismo que hoy dice pestes del gobierno de Peña.

Lo revelador del video donde Ricardo Anaya elogia sin límite a Meade, no es el elogio sin freno —de suyo penoso—, sino que Anaya queda exhibido como lo que siempre ha sido; un trepador político capaz de tragar sapos y serpientes para subir peldaños de poder.

En resumen, el de Ricardo Anaya en donde elogia a Meade es el retrato de la política mexicana; retrato del servilismo, la abyección, de la lambisconería, la falta de principios y valores; es el retrato de la decadencia política a niveles “de la chimoltrufia”: de los políticos “que así como dicen una cosa, dicen lo contrario”.

Pero también es evidente que el Anaya elogioso de Meade era el político que estaba lejos de imaginar que poco tiempo después tendría en sus manos “el premio gordo de La Lotería”.

¿Y cuál fue ese “premio gordo”?

Todos lo saben, la presidencia nacional del PAN, primero como interino de Gustavo Madero y luego como presidente electo, desde donde se apoderó de la candidatura presidencial mediante la compra de conciencias, a través de los recursos millonarios que manejó a su antojo, gracias a la Secretaría de Hacienda.

Y es que, por si no lo sabían, el entonces diputado federal del PAN y jefe de los diputados azules promovió la entrega discrecional a los partidos políticos, de miles de millones de pesos etiquetados en el llamado “Ramo 33”.

Es decir, diputado de todos los partidos aprobaron una iniciativa en la que cada uno de ellos recibe 20 millones de pesos para gestión en su distrito. Y como jefe del PAN, Anaya utilizó para su beneficio los miles de millones de pesos del “Ramo 33” —a través de los llamados “moches”—, para comprar conciencias en el PAN, para callar opositores y para asegurar lealtades.

Por eso el elogio sin límite a Meade, el mismo que hoy combate.

Anaya es retrato de lo más corrupto de la clase política.

Al tiempo.