El pasado viernes, el presidente Andrés Manuel López Obrador dio una muestra más de su doble cara e hipocresía al pedir perdón a los indígenas por los agravios derivados de la conquista y el rezago social en que se encuentran desde hace 500 años.
Y es que mientras por un lado López Obrador les pide perdón a los indígenas, por el otro los deja morir por Cóvid-19, al no generar las condiciones para que los descendientes de los pueblos originarios tengan acceso a servicios de salud.
Es en el sector indígena en donde se presenta la más elevada tasa de mortalidad por Cóvid-19, con el 15.4 por ciento. Es decir, de cada 100 indígenas que contraen el virus, se mueren 15.
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Esta tasa de mortalidad, acreditada por la Organización Panamericana de la Salud, es la más elevada de todo el Continente Americano.
Hasta el pasado 22 de julio se tenían registrados 21 mil casos confirmados y tres mil 253 decesos en poblaciones consideradas como fundamentalmente indígenas de México, lo que representa un 15.4 por ciento de mortalidad.
Sin embargo, de acuerdo con mediciones realizadas por la UNAM, en algunas regiones, como en Quintana Roo, la tasa de mortalidad ha alcanzado hasta el 36.4 por ciento.
¿Y entonces para qué pedirles a los indígenas perdón por 500 años de rezago social si desde el mismo gobierno no se hace nada para superar esa condición?
La mejor forma de reivindicarse con la población indígena sería crear las condiciones para que tengan acceso a los satisfactores básicos, entre ellos a servicios de salud de calidad.
Pero el presidente prefiere utilizarlos para lanzar mensajes demagógicos que distorsionan la historia pero que le generan aplausos entre sus feligreses.
