“Amargo” es una palabra que funciona muy bien para describir alimentos o bebidas que tienen esa particularidad. Nada más. Si es para describir el carácter de una persona, es síntoma de graves problemas, ya que nos referimos a alguien resentido por sus fracasos, frustraciones y cualquier cosa que le acontezca en la vida.
X (antes, Twitter) ofrece un buen desahogo para los amargosos, donde pueden dejar salir toda esa amargura que llevan dentro, con la ventaja de que, si nos parecen aburridos o insoportables, tenemos la opción de dejarlos de seguir y problema solucionado. Desafortunadamente, la vida real no tiene estas opciones. No es que la amargura sea contagiosa, pero es muy cansado convivir con alguien amargado. Un amargado complica su vida y, si se lo permitimos, la nuestra.
La amargura nos hace ser difíciles, tercos y limitados, pues no podemos cambiar de óptica para ver cómo mejorar nuestra situación. Es curioso: la amargura en el carácter, a pesar de tener explicación, no tiene justificación. Razones para estar amargados hay muchas, pero para algunos, estos sufrimientos no logran cambiar o amargar su carácter. Hay quienes tienen razones de peso para ser unas amargadas y no lo son.
La amargura tampoco tiene que ver con el tamaño del desagravio. Hay quienes han sobrevivido a campos de concentración o terribles horrores de la guerra y conservan su sentido del humor y buen carácter. Algunos sobrellevan enfermedades graves sin amargura, mientras que otros se amargan por cosas que a la mayoría les parecerían triviales, como no haber recibido una invitación a una fiesta.
El periodista, comediante y escritor británico David Frost comenta que una vez preguntó al entonces presidente sudafricano Nelson Mandela cómo había logrado salir sin amargura de la cárcel después de haber sido encarcelado injustamente por más de 28 años. Frost lo llamó “un triunfo del espíritu”, a lo que Mandela simplemente respondió:
—David, me gustaría estar amargado, pero no hay tiempo para estarlo. Hay trabajo que hacer.
El no hablar o no quejarnos de lo que nos duele o incomoda no significa ignorar la realidad. Muchas personas piensan que, si no te estás quejando permanentemente, es porque tienes algún tipo de deficiencia mental que te impide darte cuenta de lo que sucede. No es así. Simplemente es una elección. La amargura es opcional, como también lo es abrirle la puerta en nuestra vida a las personas amargadas y permitir que nos contagien.
Mandela tiene razón. No hay tiempo que perder estacionándonos en la amargura ni teniendo cerca a personas amargadas. Dejemos la amargura solamente para el chocolate, que le queda muy bien.
“Vivir es sentir, sin amarguras, todas las edades, hasta que llega la muerte”. —Margaret Thatcher.
¡Buen domingo a todos y gracias por leerme!
¿Vives amargado? Espero tu opinión dejando un comentario en el blog o en mi cuenta de X: @FernandaT.