Aquí tienes mis muertos, Señor.
Yo no te pido
muchas ni grandes cosas; nada más el olvido
de las simas oscuras en que hubieren caído.
En tu amor solamente y en tu piedad confiaron
y de tu mano sólo todo bien esperaron.
Oye lo que te pido,
¡oh, Señor!:
Por lo mucho que mis muertos te amaron
tu piedad me los premie con un poco de olvido.
Tomado de la antología de Juan Domingo Argüelles: Poesía mexicana. De la época prehispánica a nuestros días.