José Alberto Márquez Salazar
En la última semana la confrontación de un periodista con un propagandista de la cuarta transformación fue tema en la red social X. ¿Ésa es la agenda pública de México?
La ausencia de una oposición política responsable y el crecimiento de influencers, tuiteros y generadores de tendencias en la red social X, especialmente, colorean lo que muchas personas creen que es la discusión de la agenda pública.
La confrontación entre el periodista Ciro Gómez Leyva y el propagandista –ya no necesariamente periodista- Epigmenio Ibarra nos demuestra que las diferencias personales entre comunicadores, periodistas y comentaristas, parecen más importantes que la vida política real.
Si las personas se asoman a los medios de comunicación (periódicos, revistas, televisión, redes sociales) advertirán que, en los últimos quince años, las figuras políticas fueron desplazadas por los propios generadores de contenido quienes se han convertido en protagonistas.
La oposición política, especialmente los partidos Acción Nacional y Revolucionario Institucional, desde su aparato institucional hasta las representaciones en los legislativos, son incapaces de generar una agenda pública que representa a las personas y reactiven la confianza en ellos.
En torno a esta oposición vacía, abundan los iluminados que buscan enseñar el camino redentor a las personas. Son una oposición que utiliza recursos públicos para seguir manteniendo sus compromisos de grupo sin tener impacto o eco en la mayoría de las personas, pero que es incapaz de su principal responsabilidad: representar.
La agenda pública política mexicana se está transformando en una especie de sección de espectáculos donde importa más el ruido, las interpretaciones y las visiones que los hechos reales.
Desde el inicio de la Cuarta Transformación, y como respuesta a lo que señalaron como un cerco informativo, fueron creándose figuras y grupos que acapararon los territorios de comunicación denominados redes sociales. Pero tampoco tienen solidez y argumentos convincentes; son propagandistas de lo que una población –que no se sentía representada- quiere escuchar.
La estrategia tuvo acierto debido a que los medios tradicionales de comunicación, al igual que los partidos políticos, tenían –tienen- un gran desprestigio y baja credibilidad. Difundieron “una nueva verdad” y cubrieron un vació informativo.
En el “mundo del espectáculo” no importa si la actriz actúa, si el cantante lo hace bien; importa con quién se casó, con quién se pelea, con quién discute trivialidades.
En el deceso de una figura icónica, por ejemplo Silvia Pinal, lo importante no fueron sus películas sino las diferencias entre las familias; importa llenar horas de “información” para ganar audiencia. El drama y el escándalo son la sustancia que nutre sus emisiones.
Releo en el libro coordinado por Javier Sánchez Galicia, Treinta claves para entender el poder: “El concepto que explica la función que tienen los medios de comunicación en el establecimiento de la agenda se refiere a la fuerte relación positiva entre el énfasis de la comunicación masiva y la importancia de un tema para los electores”.
¿Le importa a los electores las diferencias que tengan Ciro Gómez Leyva y Epigmenio Ibarra?
Partamos de un principio: cada uno representa y busca imponer una agenda a su audiencia y lectores (y cada uno defiende sus intereses particulares y de grupo). ¿Esto le interesa al escucha?
En México, aunque suene vieja la idea, es necesario redefinir el papel que están jugando los medios de comunicación y la agenda pública.
Si se quiere construir una oposición sólida y seria, son ellos mismos quienes deberían voltear a cuestionarse qué, cómo y cuándo deben comunicar para generar puntos en la agenda pública.
En México la oposición real frente a la Cuarta Transformación son los periodistas y analistas, aunque no pasen de una docena o menos.
Los medios de comunicación que investigan son quienes han sido capaces de demostrar, no sólo en este sexenio sino en anteriores, las deficiencias de un gobierno, su falta de transparencia, sus asuntos oscuros, el uso ilegal de los recursos públicos. Y darle a las personas puntos para tomar decisiones, para ver lo que a simple vista no se distingue o no se quiere distinguir.
Los debates entre las personas senadoras o diputadas son alfombra de trivialidades y ocurrencias; no hay datos precisos, no hay temas concretos y claros: unos defendiendo a ultranza a la Cuarta Transformación otros cuestionan tooodo.
Es bueno decirlo. En México si hay medios de comunicación, analistas y comunicadores, que se excluyen de la marea del drama y el espectáculo, para buscar poner en la mesa una agenda pública sobre los puntos sobre los cuales ni la oposición ni el gobierno parecen interesados.
Hace décadas un conjunto de periodistas e intelectuales abrieron la discusión pública a la sociedad para tener una real agenda pública. Hay que impedir el retroceso.
¿Dónde está la agenda pública alterna? ¿Quién la promueve?