Peña Nieto y Trump: ¡entre maniqueos y patrioteros!

Como saben, el término “maniqueo” significa “tendencia a reducir la realidad a una oposición radical entre lo bueno y lo malo”.
De igual manera, “patriotero” se vincula al “patriotismo exagerado, ostentoso y superficial, dicho con exageraciones grandilocuentes”.

Valen las definiciones porque desde el martes —cuando se dio a conocer el encuentro Peña-Trump—, abundaron las expresiones de condena a una decisión de Estado, a partir de los principios básicos de la diplomacia.

Es decir, que la decisión de diálogo entre el presidente mexicano y los candidatos presidentes de Estado Unidos se hizo de manera simultánea a la candidata demócrata y al aspirante republicano, Hillary Clinton y Donald Trump, respectivamente.

Y como está claro, el único que aceptó —de inmediato porque conviene a su interés— fue Donald Trump. También se sabe que en otros momentos  Peña Nieto ha sostenido encuentros con la señora Hillary Clinton, la aventajada candidata demócrata al gobierno de Estados Unidos.

Lo curioso es que cuando la señora Clinton se entrevistó con Peña Nieto, nadie dijo que era un voto para la candidata demócrata, tampoco que se trataba de una señal de apoyo a su aspiración y menos un despropósito diplomático del presidente mexicano, a pesar de que a los paisanos que viven allende la frontera norte no les ha ido precisamente bien con presidentes demócratas.

¿Por qué, entonces, las exageradas expresiones de maniqueísmo entre el intelecto ilustrado, la prensa militante, los malquerientes de Peña Nieto, la nada pensante “legión de idiotas” de las redes y muchos otros ignorantes del tema?

¿Por qué el patrioterismo trasnochado que mediante el insulto soez le exigió a Peña Nieto no sólo escupir la cara de Trump sino regresar en su rostro las decenas de insultos y ofensas a los mexicanos? ¿Por qué casi le piden a Peña patear el trasero del republicano, en la casa presidencial, para lavar las afrentas del fascista Donald Trump?

La respuesta es elemental. Para nadie es nuevo que muchos mexicanos se dicen ofendidos, agraviados, insultados, denigrados, sobajados y relegados por la campaña del republicano Donald Trump, quien apoyó su discurso electoral en mensajes de odio y expresiones xenófobas contra los latinos en general, y los mexicanos en particular.

Y tienen razón todos los que se sienten o se creen ofendidos; todos ellos tienen derecho a manifestarse en contra de un locuaz y fascista como Trump; tienen el derecho a expresar su enojo, su repudio y censurar las expresiones ofensivas, los insultos y agravios de Donald Trump hacia México y los mexicanos. Si embargo, también es cierto que asistimos a uno de los fenómenos clásicos de linchamiento mediático —de la siempre ignorante dictadura de las redes—, y que Umberto Eco definió como “legión de idiotas”. Es decir, que los idiotas que antaño despotricaban en una cantina —sin saber lo que decían y sin dañar a nadie—, hoy lo hacen en redes sociales y convierten esa crítica en trending topic (tendencia de odio) que exalta los ánimos, incluso de aquellos que viven de la sensatez intelectual.

¿Pero qué hay en el fondo? ¿Por qué la decisión de convocar a un diálogo diplomático con los potenciales presidentes de Estados Unidos?  ¿Por qué la reacción delirante, desmedida y hasta locuaz de los mexicanos que se sienten agraviados?

En el primer caso, la convocatoria del gobierno de México a Clinton y Trump no es más que un instrumento diplomático para explorar las agendas bilaterales entre los representantes demócrata y republicano.

Y es que no es más que ignorancia, maniqueísmo y patrioterismo suponer que es pecado, traición a la patria o torpeza diplomática que un gobierno democrático responda con civilidad y diplomacia a un sátrapa de la política como Donald Trump.

Lo que no entienden los maniqueos y patrioteros es que, en democracia, al enemigo se le combate con diplomacia, no con intolerancia e insultos.
Y quizá Trump es el peor enemigo de México, pero tratarlo como supone la “legión de idiotas”, como piden los exaltados patrioteros o los acalorados

maniqueos, sería igual a colocar a México en el mismo nivel de intolerante, racista y fascismo que el señor Trump.

¡Curioso que muchos de los que piden escupir a Trump adoran al Trump mexicano!

Al tiempo.