Cuestiona WSJ ética y transparencia de Romo, asesor de AMLO

En el artículo de Mary Anastasia O'Grady se hace referencia a las dudas que dejó su accionar sobre el manejo de la empresa Seminis

Alfonso Romo, el flamante coordinador del Proyecto de Nación de Andrés Manuel López Obrador, no es el mejor ejemplo de ética empresarial, pues al menos una operación con su empresa Seminis, dejó dudas sobre su compromiso con la transparencia y la responsabilidad ética.

Lo anterior se ha dicho con anterioridad en este espacio. Sin embargo, en esta ocasión el diario estadounidense The Wall Street Journal lo confirma.

El texto “How to Get Rich Quick in Mexico” (Cómo enriquecerse rápido en México) de la periodista Mary Anastasia O’Grady, destacó que en política, la marca registrada del dueño y candidato presidencial de Morena es el corporativismo de amigos, por lo que “antes de que los mexicanos lo hagan presidente, deberían saber un poco más sobre sus patrocinadores”.

En ese sentido, afirma que no está claro que Romo –asesor económico de AMLO e integrante de su eventual gabinete- sea el mejor portavoz del espíritu empresarial ético, pues hay dudas sobre su compromiso con la transparencia y la responsabilidad fiduciaria.

En 2002, Romo fue presidente y CEO del conglomerado mexicano Savia. También fue presidente y director general de una empresa llamada Seminis, que producía semillas y era propiedad en un 75% de Savia y cotizaba en la bolsa de valores Nasdaq de Nueva York.

Seminis creció pero bajo presiones de endeudamiento; en diciembre de 2002, Savia firmó una carta de intención no vinculante para vender la empresa a la firma de capital privado con sede en California Fox Paine: de acuerdo con las fuentes consultadas Romo vio esto como “la mejor opción” para lidiar con la pesada carga de deuda de Seminis.

La publicación estadounidense narra cómo se dio el proceso interno para definir el precio por acciones hasta 50 por ciento superior al precio de mercado, el día anterior a la publicación de la carta de intención de venta. De esa manera solo Romo y sus afiliados debían ser “accionistas permanentes”. Al final de la transacción Romo y sus filiales poseían al menos el 41% de las acciones comunes y según estimaciones podrían haber tenido hasta un 52% de control a través de las partes que actuaba a su nombre.

Pero el asunto no quedó ahí. El acuerdo de Fox Paine se cerró el 29 de septiembre de 2003 y el 22 de enero de 2005, unos 16 meses después, Romo y Fox Paine firmaron un “acuerdo y plan de fusión” con Monsanto; esto se valoró en mil 500 millones de pesos en efectivo y asumió deuda más un bono de rendimiento de hasta $125 millones pagaderos a una compañía llamada Marinet, que según fuentes de WSJ era propiedad de afiliados de Romo.

Cruzando fechas, se establece que  Romo, sus afiliados y Fox Paine comenzaron a negociar la venta a Monsanto más o menos un año después de comprar Seminis: esto les dejó una ganancia de 950 millones, lo que significó que duplicaron su dinero.

Si una de las líneas centrales de López Obrador es el combate al “corporativismo entre amigos”, bien le valdría que antes de que los mexicanos lo hagan presidente, deberían saber un poco más sobre sus colabores como Alfonso Romo.