ROBO DE COMBUSTIBLE, CONSECUENCIAS Y SOLUCIONES

A nadie le puede agradar lo ilegal. Nadie apoya el delito. Los delincuentes son segregados cuando sus actos o conductas lastiman y vulneran el tejido social y la sensibilidad popular.

Nadie puede por tanto, ser partidario ni apoyo de los actos delictivos y en el remoto caso, de que hubiese alguien que incurriese en despropósito semejante, obtendría la repulsa colectiva como consecuencia de su posición.

Los mexicanos sabemos no de ahora, sino de siempre, que existe la ordeña de ductos y el robo de combustibles. Es más, es casi seguro que incluso las identidades de los responsables sean del dominio público. ¿Qué pasa entonces? ¿Porqué prosiguen los hurtos, sin que nadie se atreva a ponerles fin?

Es simple, continúan porque no tenemos cultura de denuncia. Para nosotros los mexicanos, el que se raja, el que acusa, es un cobarde y un traidor. Es un ser inmundo, un miserable que no merece ser parte de la comunidad, al proceder en contravención a lo establecido.

Por otro lado, al tener gobiernos y funcionarios depredadores, que llegan a sus cargos a enriquecerse con la mayor celeridad posible, quitarles un poco (o mucho), no se considera un delito, sino por el contrario, se mira como un acto de justicia distributiva, casi digno de elogio y no de censura. Por este motivo, existen tantos empresarios y establecimientos que adquieren combustible ilegal, porque no sienten el remordimiento adyacente y atribuible a cometer un acto reprobable, sino que sienten que su conducta esta justificada ampliamente con el argumento de que no es vergüenza ser bandido, si se roba al que es ladrón.

Para finalizar, sobran en el mundo y no sólo en nuestro país, miriadas de individuos, enemigos del esfuerzo y por ende, del trabajo, que buscan obtener las mayores ganancias, con el mínimo posible de complicaciones y que al percatarse que otros muchos lo hacen, se sienten a cubierto de culpas, responsabilidades o remordimientos. Como cereza del pastel, ha sido el mismo sistema político, independientemente de los partidos, el que ha insuflado en Petróleos Mexicanos y su sindicato, el concepto o la idea de que el petróleo les pertenece; o al menos, que tienen el legítimo derecho a administrarlo y como degeneración de semejante premisa, que poseen plena capacidad de usar y hasta abusar de él. Por estas y muchas otras razones, existe el robo de combustible en nuestro sufrido país.

No podemos criticar a Andrés Manuel López Obrador por pretender combatir el robo de combustible. Debemos por el contrario, aplaudir su intención de que no se perpetren atentados contra el patrimonio de todos los mexicanos. Lo que si podemos y hasta estamos obligados a cuestionar, es la manera y los procedimientos en que esto se realiza.

En efecto, lo que muchos criticamos a López Obrador son las medidas tomadas en el loable intento de acabar con la rapiña, en materia de hidrocarburos.

Y lo hacemos con legítimo derecho, porque las medidas no son sólo inoportunas, sino disparatadas y tendrán, peor aún, consecuencias más lamentables, que los males causados. A saber, las medidas implementadas por la administración federal en turno, son básicamente dos: el cierre de ductos, que suspenden el bombeo de combustible y el transporte de gasolina, a través del territorio nacional, por medio de pipas.

Y las consecuencias serán para lamentarse, porque el cierre de ductos, no ha traído aparejado la suspensión del ilícito, sino que solo ha paralizado a buena parte del país, generando además intranquilidad social, a consecuencia de la falta del energético.

Además de lo anterior, que de suyo ya es malo, la falta de combustibles, a posteriori traerán aparejados desabasto, carestía, especulación y aumento de precios, independientemente de cualquier cantidad de tragedias personales, consecuencia de la falta de auxilio oportuno de parte de instancias de seguridad o emergencias, imposibilitadas de brindar el servicio, al no poder movilizarse.

Sumemos a lo anterior, que cuando las bandas delictivas observen las rutas y movimientos de los transportes de combustible, comenzarán los asaltos; y eventualmente la pérdida de vidas humanas, derivadas de los mismos. No dejemos de considerar, las tragedias consustanciales al hurto de combustible, consecuencia de la histeria provocada por la escasez del mismo, como las recientemente acaecidas en diversas entidades federativas.

No podemos en consecuencia, los mexicanos apoyar las acciones del gobierno federal, antes bien, estamos obligados a alzar la voz, a pedir que se analicen a conciencia y se rectifique. Aquí no se trata de ideologías o clases sociales, sino de aspectos que nos afectan a todos y que no se remedian caminando o usando la bicicleta o el transporte público. No son temas de salud personal sino de salud pública, en cuanto a que afectan la buena marcha institucional y la tranquilidad nacional.

La distribución de energéticos es un tema de interés y seguridad nacional, en que deben involucrarse las corporaciones de seguridad y las fuerzas armadas, mediante el uso racional de la inteligencia y la tecnología. A estos rubros deben destinarse los esfuerzos y recursos. ¿No le aprobaron ya a López Obrador su guardia nacional? Pues que la ponga a vigilar los ductos. Que sea esa su primera tarea. Que sea esa la misión que justifique su existencia.

Hay que usar la lógica y el sentido común señores funcionarios del gobierno federal. Ojalá no sea mucho pedir.

Dios, Patria y Libertad