Sabemos que es una práctica común en eso que llaman “Cuarta Transformación” sostener a los funcionarios públicos que parecen insostenibles, hasta que éstos caen por su propio peso.
Lo vimos con la ahora ex directora general del Metro, Florencia Serranía, quien debió ser despedida por lo menos desde que colapsaron las tres líneas principales de este sistema de transporte debido a un incendio en el centro de mando de la calle de Delicias.
A pesar de la gravedad de ese hecho, Florencia no renunció ni la corrieron. Permaneció en su puesto en calidad de florero, con todo y su ineficiencia, hasta que vino la tragedia de la Línea 12 que enlutó a 26 hogares capitalinos. Tampoco fue cesada de inmediato. La aguantaron hasta que mes y medio después cayó por su propio peso.
Algo parecido podría ocurrir con el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, quien con sus groseras descalificaciones hacia los padres de niños con cáncer provocó una ola de animadversión no solo hacia su persona, sino hacia su protector, el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Cuando se avizoraba la pandemia del Covid, el presidente necesitaba un pararayos que cargara con toda la responsabilidad de enfrentar el fenómeno y de informar cotidianamente sobre las acciones de gobierno en esa materia. Y optó por López-Gatell.
Con gusto, el subsecretario aceptó jugar ese papel, que lo convirtió en una especie de rockstar de la “4-T”. Con su protagonismo eclipsó al secretario de Salud, Jorge Alcocer, y tuvo algunos días de gloria, que terminaron cuando se empezaron a sentir los estragos de la pandemia.
López-Gatell es el responsable de una pésima estrategia del gobierno federal para enfrentar la pandemia. Privilegió la obediencia ciega hacia el presidente y los criterios políticos por encima de los científicos y eso tuvo consecuencias nefastas para la población.
Primero, subestimó la gravedad de lo que se venía. Luego se negó a realizar pruebas masivas y seguimiento de sospechosos. El resultado: aproximadamente 600 mil muertos, la mayoría de ellos en su casa, sin recibir atención, pues los hospitales estaban saturados.
López-Gatell ha servido bien a su amo. Ha sido, en efecto, el pararayos que recibe todas las descargas y las críticas por el mal manejo de la pandemia y ha evitado que el fuego llegue al presidente de la República.
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Pero todo tiene un límite. Al comparar la exigencia de medicamentos de padres de niños con cáncer con una narrativa propia de quien planea un golpe de Estado, López-Gatell incurrió en un exceso que le puede salir caro.
El hecho de que el propio subsecretario haya tenido que rectificar ayer, en Palacio Nacional, es una señal de que esa forma de referirse a los padres de niños con cáncer no es compartida por el presidente de la República.
López-Gatell ha sido fiel a quien lo encumbró. Pero eso no es suficiente. Sus frivolidades y yerros se acumulan y puede llegar a convertirse en una carga de la que se tenga que deshacer el primer mandatario.
López Obrador ya dejó claro que sus colaboradores, por muy fieles y obedientes que sean, son desechables. Si no, que le pregunten a Irma Eréndira Sandoval, Gabriel García Hernández, César Yáñez y Florencia Serranía.
OFF THE RECORD
**SOLO RECIBE A LOS CUATES
El presidente Andrés Manuel López Obrador dejó ayer sentado en la calle al gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles.
El mandatario estatal pretendía entregarle pruebas sobre la participación del crimen organizado en la entidad que gobierna.
Pero López Obrador ni lo vio, ni lo oyó.
**PLAN CON MAÑA
Desde el gobierno de la Ciudad de México se tomó la decisión de cambiar el lugar de aplicación de segunda dosis de la vacuna anti Covid del Pepsi Center al Centro de Covenciones Siglo XXI del IMSS, con consecuencias nefastas.
Hay quien cree que fue un plan con maña para hacer ver mal al alcalde panista de Benito Juárez, Santiago Taboada.
Hay quien en Morena no termina de digerir la derrota del pasado 6 de junio.
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