¡Se peló Duarte en el circo mediático!

En el Itinerario Político del 13 de octubre dijimos –sobre la eventual fuga del gobernador de Veracruz con licencia–: “Resulta ingenuo suponer que Javier Duarte no recurrirá al viejo expediente de darse a la fuga y escapar de la acción de la justicia…”.

Además, insistimos: “Y es una ingenuidad porque —salvo que Duarte haya pactado un acuerdo político y de control de daños— existen todos los elementos para señalar a Duarte como responsable de distintas pillerías, de las que está obligado a rendir cuentas”.

Por eso, planteamos que existía “la posibilidad de que el gobernador de Veracruz haya presumido que no se dará a la fuga, solo como un recurso retórico. En ese caso, pronto veremos si engañó a los ciudadanos, si pactó un acuerdo político o si caerá sobre su cabeza todo el peso de la ley”.

Y no debió pasar mucho tiempo –sólo seis días–, para confirmar que el gobernador de Veracruz con licencia no sólo es un pillo sino un político capaz del más acabado circo mediático con tal de escapar de la justicia.

Y es que hoy nadie sabe dónde está Javier Duarte; nadie sabe si está fugado o si sólo está enfermo, si vive o muere; si está en México o en el extranjero. Nadie sabe si se metió a un hoyo debajo de la tierra o de plano –como en las clásicas del cine–, está en algún paraíso disfrutando lo que se robó.

Es decir, que Duarte siguió un guión idéntico al utilizado por el panista Guillermo Padrés –ex gobernador de Sonora–, quien habría comparecido ante la Comisión Anticorrupción del CEN del PAN –para tapar el ojo al macho–, sólo para ganar tiempo en la preparación de su fuga.

En el caso de Duarte, parece que diseñó y operó la fuga mediante una estridente renuncias –en el informativo de mayor audiencia de la televisión–, para tratar de desviar la atención sobre sus reales intenciones; la fuga. Y, en efecto, al final resultó igual que todos los pillos del servicio público. Se les peló. Por lo menos hasta anoche nadie sabía nada de Duarte.

Pero lo cierto que Javier Duarte no engañó a nadie. Por lo menos a nadie de la llamada “opinión pública”. Y es que son muy pocos los ciudadanos que creyeron el cuento de que había renunciado para defender su nombre.

Lo grave, en todo caso, es que la mentira de Duarte sí la hayan creído los encargados de impartir justicia, de  impedir que se fugara, de provocar un cerco en torno al gobernador con licencia, para impedir que escapara de la acción de la justicia.

Por eso las preguntas. ¿Dónde estuvo el gobierno interino o sustituto de Veracruz, que nada hizo para impedir la aparente fuga de Duarte? ¿Por qué el Congreso local de Veracruz no ordenó las medidas necesarias para impedir que se fugara? ¿Por qué la fiscalía estatal no ordenó las elementales medidas cautelares contra Javier Duarte?

¿Por qué la PGR no estableció un cerco contra Duarte y su familia, para impedir la fuga, a pesar de que el gobernador con licencia goza de fuero? ¿Por qué el Instituto Nacional de Migración no fue alertado sobre la posible fuga de Duarte? ¿Por qué la PGR no solicitó con mayor prontitud orden de aprehensión contra Duarte, lo que habría detonado el Juicio de Procedencia en su contra? ¿Por qué el Senado de la República no promovió alguna acción preventiva para impedir la fuga?

Las interrogantes pueden llegar al infinito. Pero la respuesta siempre será la misma. Muchos hicieron poco, o nada, porque les vale madre. Como también les valió madre a todas las instancias respectivas, confirmar si existía o no una orden de aprehensión contra Javier Duarte.

Y es que, hasta el momento de poner punto final a la presente entrega, nadie había confirmado la existencia de una orden de aprehensión contra Javier Duarte y nadie había confirmado si, en realidad, el gobernador de Veracruz con licencia se había dado a la fuga.

Todo el escándalo Duarte –igual que el escándalo Padrés–, pareció un monumental circo mediático, en medio del creciente desencanto social.

Al tiempo.