Madero y Anaya, sepultureros del PAN capitalino

Desde las elecciones del año 2000, el PAN Ciudad de México ha sufrido una muerte lenta; un deterioro progresivo.

En aquellos comicios, el candidato blanquiazul, Santiago Creel, estuvo muy cerca de derrotar a Andrés Manuel López Obrador: obtuvo 34 por ciento de los votos, y se quedó a sólo tres puntos porcentuales del entonces perredista.

Seis años después, con Demetrio Sodi como candidato, el PAN cayó dramáticamente. Sólo obtuvo 27 por ciento de los votos en la elección de jefe de Gobierno. Se quedó muy lejos del ganador, Marcelo Ebrard quien alcanzó 46 por ciento de los sufragios.

Y la cosa empeoró en 2012, cuando por primera vez, no hubo un candidato netamente panista en la boleta.

Esta semana se cumplen seis años desde que la dirigencia nacional del PAN, entonces encabezada por Gustavo Madero, prefirió optar por la “candidatura ciudadana” de Isabel Miranda de Wallace, y dejar de lado a panistas de cepa como el propio Demetrio Sodi, José Luis Luege –quien ya renunció al partido– Gabriela Cuevas o Mariana Gómez del Campo.

El 12 de enero de 2012, Madero anunció la decisión del CEN panista como una medida acorde con la tradición del PAN, que se caracteriza por permitir la participación de los ciudadanos. Y agregó que la activista –respetada por su labor al frente de la fundación Alto al Secuestro— “ ha “dedicado energía y talento a las causas de la seguridad pública, protección de la vida y del patrimonio de las familias de México”.

Muy cierto. Pero también era cierto que la decisión no gustó al panismo capitalino. La militancia no apoyó a Miranda de Wallace, y con ella como candidata, el blanquiazul obtuvo una paupérrima votación de 13 por ciento.

Ahora, en 2018, tampoco habrá un candidato o candidata netamente panista en la boleta. Peor aún: el PAN terminará prestando su escudo a algún candidato o candidata de la fuerza política antagónica: el PRD.

Hace seis años, fue Gustavo Madero quien sacrificó las aspiraciones de militantes panistas por considerar que Isabel Miranda era “más competitiva”. Ahora, seis años después, fue el ahijado político de Madero, Ricardo Anaya, quien sacrificó las aspiraciones de militantes panistas para consolidar una coalición que respalde su candidatura presidencial.