La aprobación presidencial y su impacto en las elecciones

De acuerdo con los datos de Consulta Mitofsky, el acuerdo con la gestión del presidente Peña ascendía a 26 por ciento en su encuesta más reciente, cuyo levantamiento concluyó el pasado 19 de noviembre.

De acuerdo con Reforma, el acuerdo con la gestión del presidente Peña se colocó en 25 por ciento en una encuesta nacional en vivienda, cuyo levantamiento concluyó el 27 de noviembre.

Buendía LaredoEl Universal reportaron una aprobación del trabajo del presidente Peña en 31 por ciento, en encuesta publicada el 21 de noviembre.

En la encuesta de GEA-ISA, cuyo levantamiento concluyó el 21 de noviembre, la aprobación presidencial se ubicó en 23 por ciento.

En la de DEFOE-SPIN, cuyo levantamiento terminó el 18 de diciembre, el dato de aprobación es de 27 por ciento.

En todas estas encuestas, sin excepción, se pueden observar dos hechos.

El primero es que el desacuerdo con la gestión presidencial es sustancialmente mayor al acuerdo.

El segundo es que el porcentaje de aprobación o acuerdo con la gestión del presidente Peña ha aumentado sustancialmente, especialmente, después de los sismos de septiembre del año pasado.

Una interpretación usual de estos datos es que hay un rechazo mayoritario al trabajo del presidente Peña.

Pero, en el contexto electoral que vivimos, no se puede perder de vista otra lectura: hay un porcentaje que fluctúa entre 23 y 31 por ciento que está de acuerdo con la gestión de Peña.

Esta es una de las razones por las cuáles en la campaña de José Antonio Meade no veremos un cuestionamiento sistemático al desempeño del gobierno actual.

La otra es que Meade, al haber sido titular de tres secretarías, no podría deslindarse creíblemente de la gestión del actual gobierno.

El promedio de la aprobación presidencial en estas cinco encuestas que referimos fue de 26.4 por ciento.

Si un candidato hace campaña sobre la base de asegurar la continuidad de las reformas lanzadas como la gran bandera de la actual gestión, puede tener como punto de partida ese 26 por ciento que aprueba hoy a Peña.

En la campaña de 2012, la candidata del partido en el gobierno, Josefina Vázquez Mota, lanzó una campaña apoyada en el eslogan: “Josefina Diferente”.

Múltiples expertos le auguraron un fracaso al tratar de deslindarse del gobierno en el que participó. Lo que ocurrió.

No sólo porque ese hecho no era creíble para el electorado, sino porque para quienes deseaban un cambio, como parecía sugerir la campaña panista, había ofertas más creíbles y atractivas.

La campaña de Meade puede tener como punto de partida obtener el respaldo de quienes hoy apoyan a Peña.

En una contienda en la que probablemente el ganador obtenga unos cuantos puntos por arriba de 30 por ciento, no es mal comienzo partir con un 26 por ciento.

Si López Obrador lograra concentrar en torno a él a todos los que no quieren al gobierno, otra historia sería.

El problema que tiene es que hay muchos que tampoco lo quieren a él, y los anuncios como el de ayer, en el que propuso a alguien inexperto como responsable de la seguridad pública, no hacen mucho para convencer a quienes hoy dudan.

En una campaña en la que, hasta ahora, se ha borrado el Frente, la clave será la capacidad de Meade para sumar 10 puntos a quienes hoy aprueban a EPN, para convertirse en prospecto real para ganar la elección presidencial.