Baja la luz, la gasolina y la larga distancia, ¿Preocupación social o banderas electorales?

A finales del año pasado, el gobierno federal presumió que en el 2016 bajarían las tarifas de energía eléctrica, y según dicen así fue.

En el mismo periodo también se anunció que la gasolina sería más barata. Nuevamente, eso fue lo que ocurrió. Hoy, las gasolinas magna, premium y el diesel son –en promedio– 40 centavos más baratas por cada litro.

Finalmente, durante el curso del 2015, se presentó con bombo y platillo una reducción en las tarifas de telefonía fija y celular. De hecho, desapareció el cobro de larga distancia nacional y disminuyó el monto a pagar por las llamadas internacionales.

Por donde se vea, estamos frente a buenas noticias. Los mexicanos pagan menos por la energía eléctrica, por los combustibles y por comunicarse. Esos son los primeros efectos del programa de reformas del presidente Enrique Peña.

Pero hay más.

Hace horas, el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, adelantó que el 2016 será el año de la educación. Incluso habló de una reestructura al interior de la dependencia que preside.

A su vez, en la cámara de diputados se declaró constitucional la desindexación del salario mínimo –una causa del jefe de gobierno, Miguel Mancera–, y si hizo un llamado a debatir de manera amplia, la figura del Mando Único.

Evidentemente, estamos ante buenas noticias para los mexicanos. Evidentemente, los ciudadanos de a pie estarán contentos al pagar menos por algunos de los servicios que más utilizan. Y evidentemente, nadie podría renegar de los primeros efectos positivos del programa reformista del presidente Peña. Sin embargo, no está de más preguntar, ¿estamos ante políticos preocupados por satisfacer las necesidades ciudadanas o se trata de políticos preocupados por hacerse de banderas electorales?

La duda no está de más porque tanto Aurelio Nuño en la SEP como Miguel Mancera en la jefatura de gobierno son vistos como precandidatos presidenciales. De igual forma, la disminución en las tarifas de combustibles, energía y telecomunicaciones pueden usarse como herramientas de campaña.

Por eso insistimos, ¿estamos frente a causas ciudadanas o ante instrumentos de propaganda?