Venezuela, ¿el garrote o la zanahoria?

El martes pasado, el secretario general de la OEA, Luis Almagro, convocó la Carta Democrática para que la organización considerara suspender la membresía de Venezuela. Según dijo, “el presidente Nicolás Maduro ha comprometido la democracia de los ciudadanos”; en consecuencia, el país suramericano debía salir de la organización.

En esta lógica, el Consejo Permanente de la OEA organizó una reunión –la tarde de ayer– en la que estuvieron presentes los representantes embajadores de las 21 naciones que pertenecen al organismo.

En la junta, Bolivia y Ecuador apoyaron a Venezuela. Mientras que sólo Chile, Argentina, Colombia y Uruguay se dijeron a favor de la expulsión de Venezuela. El resto de las naciones, como México, se mantuvieron neutrales.

Para la mayoría, la opción más viable para dar solución a la crisis generalizada por la que atraviesa la nación de Maduro, es el diálogo y no la injerencia en los asuntos internos de Venezuela.

Tradicionalmente México es un país conciliatorio, por lo que no sorprendió que el embajador Luis Alfonso de Alba pidiera a las partes involucradas en el conflicto utilizar la palabra moderada para concluir con el problema que hoy afecta a miles los venezolanos.

“Nos preocupa de manera general la ausencia de un diálogo directo (…) mientras la población enfrenta cada vez más mayores carencias”, comentó Luis Alfonso de Alba.

A primera vista, resulta extraño que el consejo de la OEA diera la espalda a la petición de Luis Almagro; sin embargo, todo indica que lo que se pretende es evitar es que se genere un conflicto que afecte los intereses de varias personas, incluyendo a los ciudadanos de Venezuela.

Además, discretamente, el exhorto al diálogo entre la oposición y Maduro es una invitación al mandatario a pactar su retirada, pues su salida se antoja impostergable pero –a través del diálogo–, podría darse una transición pacífica en vez de un manotazo de tinte autoritario.