Vamos a extrañarte, Luis

POR LEO ZUCKERMAN

Yo ya había escuchado de Luis González de Alba y, como todos en mi generación, lo tenía en un pedestal: había sido uno de los líderes históricos del movimiento estudiantil de 1968. Yo lo admiraba aún más por el valor de haber contado una historia alterna, desmitificada, de lo ocurrido ese año que tanto cambió a México. En 1993 había publicado un magnífico artículo en Nexos titulado 1968: La fiesta y la tragedia. Ahí se puede atestiguar la grandeza de un Luis que pudo haber medrado por años como “el líder del 68” pero que prefirió un sano revisionismo histórico que le costó muchísimo con la izquierda mexicana.

En ese artículo, González reconoce la feroz represión del gobierno de Díaz Ordaz y el cambio que esto propició. Pero ofrece interpretaciones alternativas del movimiento. Ejemplo uno: “Los estudiantes entonces, como ahora, éramos una clase privilegiada. La pasábamos bien […] Falso que una voz nos dijera ‘abandona todo y sígueme’, para de esa manera convertirnos en los cauces del descontento social, descontento del que no éramos parte, pero que encabezaríamos, según esta religión, como profetas de los oprimidos. Tontería y mentiras repetidas por todos nosotros durante un cuarto de siglo”.

Ejemplo dos: “Un día mandamos todo al carajo. No por Marx, sino por Reich. Fue una fiesta, una explosión luego de 50 años de buen comportamiento. De Vallejo yCampa apenas ayer habíamos oído hablar, pero qué divertida era la fiesta, las calles hechas nuestras, el carnaval, la pereza, el tráfico detenido, el desmadre, la súbita hermandad entre desconocidos…”. Qué grande Luis, quien había terminado preso en Lecumberri, al haberse atrevido a desmitificar el movimiento del 68 para todas aquellas generaciones posteriores que los habíamos deificado.

La primera vez que lo conocí en persona, gracias a Héctor Aguilar Camín, me contó, como si yo fuera su viejo amigo, varias de sus aventuras en el mundo homosexual, de su legendario bar gay y de cómo lo habían despedido de
La Jornada por disentir de la “verdad histórica” de la izquierda. Mi admiración por él se fue al cielo. Cuando comencé mi programa Es la hora de opinar en FOROtv, lo quise invitar a colaborar, pero ya vivía, en ese entonces, en Guadalajara. Estaba enfermo; sufría de vértigo que le impedía moverse con normalidad.

No obstante, mantuve contacto con Luis en gran medida, lo reconozco, y ahora lamento, por él. Era uno de esos lectores que cualquier columnista quiere tener. De los que se toman el tiempo para cuestionar y/o corregir. Hace poco, por ejemplo, escribí sobre la falta de una narrativa de país. González me escribió para recriminarme que ya había dos idiomas: “el de los medios y el de la calle. Narrativas son las de Rulfo, Pacheco, Aguilar Camín o la rusa del siglo XIX. Todo mundo tiene una misma definición para ‘narrativa’, salvo tú y otros cultos”. Le contesté: “Entiendo tu punto. Desgraciadamente el término de ‘narrativa’ se puso de moda en los círculos académicos de las ciencias sociales para denotar algo diferente a lo literario” y le envié un artículo que lo explicaba. Me respondió un correo larguísimo que resumo en una frase: “Es una desgracia que quienes tienen acceso a medios usen un lenguaje críptico propio de iniciados”.

Otra cosa que me unió a Luis fue su curioso afecto por el judaísmo y el Estado de Israel. A menudo me mandaba felicitaciones por las fiestas judías, todo tipo de videos israelíes y discursos de políticos de ese país. Aprendió hebreo e incluso en alguna ocasión me reprendió que pronunciara una letra de ese alfabeto “como gringo”.

La última vez que lo vi, en una gran cena que tuvimos en Guadalajara, nos tuvo muertos de la risa, todos ruborizados, contándonos de sus joterías (palabra de él) cuando era joven en las islas griegas y París. No tenía recato alguno. Hablaba sin tapujos de sus divertidos enredos. Igual se reía al recordar los extravagantes años setenta que lloraba al evocar sus amores. Fue una noche memorable. Quedamos de vernos en noviembre que entra en la siguiente edición de la FIL. Desgraciadamente su lugar se quedará vacío porque Luis González de Alba se quitó la vida el domingo pasado que coincidía con dos fechas importantes para él: el dos de octubre en el calendario gregoriano y el año nuevo en el judío. Lo vamos a extrañar. Seguramente ya anda pasándosela bomba en el cielo, ejerciendo su sexualidad a plenitud, buscando nuevas verdades, escandalizando a los políticamente correctos, corrigiendo generosamente a sus amigos y escribiendo con una gran pasión.

Twitter: @leozuckermann

Tomada de Excélsior.