Tres años y no pudieron tirar a Peña Nieto

Hoy se cumplen tres años que Enrique Peña Nieto asumió el cargo de Presidente de los mexicanos, luego de dos gobiernos de alternancia azul.

Y como ocurre en estos casos los malquerientes de Peña Nieto dirán que su gestión ha sido un fracaso; dirán que es un presidente fallido, represor, censor y que a medio termino se acabo su gestión.

A su vez, los aplaudidores exaltarán logros evidentes como las reformas estructurales que ganaron a Peña Nieto el aplauso allende fronteras; dirán que lo bueno viene en la segunda mitad y que se trata de un gobierno exitoso.

Lo cierto es que ambos casos –malquerientes y aplaudidores-, tienen una buena dosis de razón y un buen tramo de exageración. Y es que resulta difícil hablar de un fracaso y/o un éxito cuando sólo se ha recorrido medio trecho.

Sin duda el de Peña Nieto –como cualquier gobierno–, ha cometido errores, tropiezos y omisiones; algunos de gravedad extrema. Por eso, en los próximos tres años la crítica debe seguir instalada como divisa central de la democracia mexicana.

Sin embargo, lo que pocos dicen y lo que otros ignoran, es que también se cumplen tres años de que el gobierno de Nieto sobrevive a uno de los atasques más feroces y sistémico que buscó debilitar y acabar con su gestión.

Y para lograr ese objetivo, los mismos que en su momento demolieron al gobierno de Calderón con engaños como el de los cien mil muertos, recurrieron a idénticas tácticas, estrategias e instrumentos; calumnia, difamación, odio, y desinformación para debilitar, desacreditar y hasta tratar de derribar a un gobierno legal y legítimo, como el de Peña.

Y es que los mayores pecados de Peña Nieto fueron ganar la elección presidencial, entender la trascendencia y alcance del Pacto y hacer realidad las llamadas reformas estructurales.

Pero el pecado capital es que en 2012 Peña y el PRI ganaron la partida a los grupos radicales –AMLO, Marcelo y otros–, que en los últimos 15 años apostaron por llevar a México en dirección a gobiernos populistas como Venezuela, Bolivia, Ecuador y otros. Entre 2000 y 2012 lo intentaron, sin suerte, en los gobiernos del PAN. Creyeron que 2012 era el tiempo del asalto del populismo al poder en México, pero Peña Nieto y el PRI ganaron la partida.

Por eso, hace tres años, inició una feroz campaña de descrédito que empezó con la “casa blanca”, siguió con el bombardeo al Pacto y a las reformas y –al final–, se consolidó con la tragedia de Iguala.

En tres años no lograron derribar a Peña Nieto, a pesar de una campaña que en realidad debilitó a todas las instituciones del Estado.

Y no derribaron a Peña Nieto porque el escándalo de “la casa blanca” es menor al conflicto de interés de “la casa Roma” de Marcelo, menor al robo millonario de energía eléctrica promovido por AMLO en Tabasco; porque el cuento de que “fue el Estado” es una patraña engañabobos que se desmorona ante las evidencias de que AMLO patrocinó a Los Abarca en su ambición de poder en Guerrero y porque hoy mismo, en Tixtla, los operadores de Morena fueron derrotados y exhibidos como la mano que mece la cuna en la tragedia de Ayotzinapa.

No pudieron derribar a Peña porque los que apuestan al populismo en México no entienden que los gobiernos populistas han sido derrotados y van de salida. Tres años y tampoco pudieron.

Al tiempo

EN EL CAMINO.

En tres años tampoco pudieron con el PRI, que ganó en junio pasado y que podría arrasar en 2016. Por lo pronto, Manlio Fabio Beltrones teje unidad en los estados donde habrá elecciones. Y el mejor ejemplo es Veracruz y Chihuahua.

Tomado de El Universal